Del ruedo al hemiciclo: los toros entran en campaña

La defensa de la lidia agita la pugna PP-Vox y llevará a diestros por primera vez al Congreso de los Diputados

La Plaza de las Ventas de Madrid.Jaime Villanueva

Desconcertó a Juan Belmonte que un voluntarioso banderillero de su propia cuadrilla, Joaquín Miranda, accediera al cargo de gobernador civil de Huelva.

-¿Y cómo lo has conseguido, Joaquín?

-Degenerando, maestro, degenerando.

La relación de los toros y la política se ha revitalizado en la campaña electoral. No ya porque Santiago Abascal ha convertido la tauromaquia en sujeto identitario y en bandera de los aficionados desamparados, sino porque Pablo Casado, consciente de la rivalidad de V...

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Desconcertó a Juan Belmonte que un voluntarioso banderillero de su propia cuadrilla, Joaquín Miranda, accediera al cargo de gobernador civil de Huelva.

-¿Y cómo lo has conseguido, Joaquín?

-Degenerando, maestro, degenerando.

La relación de los toros y la política se ha revitalizado en la campaña electoral. No ya porque Santiago Abascal ha convertido la tauromaquia en sujeto identitario y en bandera de los aficionados desamparados, sino porque Pablo Casado, consciente de la rivalidad de Vox en el enfoque de la España genuina, ha incluido en la lista de Málaga al diestro Salvador Vega, y en la de Madrid, al matador Miguel Abellán. Ya lo había alineado y presentado en la Convención del PP oficiada en enero, pero fue este lunes cuando trascendió la expectativa parlamentaria de Abellán, diestro madrileño de 40 años, protagonista de una trayectoria de altibajos que ahora ha “degenerado” en carrera política.

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“No soy el torero del PP ni voy a militar en el partido, pero creo en Pablo Casado, en su liderazgo y en su proyecto”, explica el matador. “Ha demostrado dar un paso al frente en la defensa de los toros. Mi papel consiste en reivindicarlos, promocionarlos. Hay un mundo taurino y rural que debemos acercar a los más jóvenes”. Abellán es la manera con que Casado reviste de escrúpulo institucional —número 12 por Madrid— la estrategia electoral de la taurofilia. Se trata de pescar en el caladero heterogéneo de los aficionados a los toros —más de cinco millones de espectadores— y de rivalizar con Vox en la batalla de la España “verdadera”. “La tauromaquia es parte esencial de nuestro patrimonio histórico y cultural, y Miguel Abellán es una de las figuras más destacables del arte del toreo. Gracias por acompañarme en la Convención Nacional, maestro”, escribía premonitoriamente el 20 de enero el líder popular.

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La carrera sorprende en desventaja al líder popular porque Abascal ya la emprendió en el preámbulo de las elecciones andaluzas. Lo hizo aliándose con una máxima figura del escalafón: Morante de la Puebla. Eran del torero sevillano los caballos que Abascal utilizó en el vídeo viral de la Reconquista. Y ha sido Morante quien lo ha custodiado y acompañado en todas las plazas. Incluida Valencia, cuya reciente Feria de Fallas otorgó al líder de Vox la devoción de los aficionados: “Presidente, presidente”, coreaban a la salida de la plaza en honor a Abascal.

Frente a la "derechita cobarde y acomplejada", la España de los valientes y de los valores, sostiene Abascal en la barrera. Ha sido suya la iniciativa de colocar los toros en el debate nacional. El pionero. No solo como refuerzo del discurso patriótico en reivindicación de la fiesta nacional. También porque le seducen los números. Los toros son el segundo espectáculo de masas. Son indiscutibles en muchas comunidades (Andalucía, las Castillas, Extremadura, Madrid, Valencia...). Emplean directamente a 60.000 personas. E indirectamente a otras 140.000.

Representa por tanto la tauromaquia un nicho electoral tan sensible como el de los cazadores o el de la España rural, pero también un argumento electoral de reacción contraria. Podemos se identifica como un partido de idiosincrasia antitaurina, tal como se ocupa de recordarlo sistemáticamente Pablo Echenique, su secretario de organización. De hecho, Pablo Iglesias, adalid del animalismo, quiere fomentar un referéndum que resuelva definitivamente el debate de la prohibición. Rivera se opone a la iniciativa del plebiscito apelando a la lógica de las libertades —“quien quiera ir a los toros que vaya, quien no quiera, que no vaya”—, aunque Ciudadanos ha contenido y hasta olvidado el fervor taurino que caracterizó a la agrupación naranja cuando las corridas se prohibieron en Barcelona. Rivera convirtió los toros en combustible del españolismo. Llegó a salir a hombros de la plaza Monumental. Y lo hizo acompañado del mismo matador que Vox ha colocado como número tres por Barcelona: Serafín Marín.

De perfil se coloca ahora Ciudadanos tanto como lo hace el PSOE. Forman parte del Gobierno dos personalidades tan aficionadas como Carmen Calvo y José Luis Ábalos, pero Sánchez es declaradamente antitaurino del mismo modo que parece muy consciente del interés electoral que revisten las causas del ecologismo y el animalismo. De hecho, la pujanza electoral del PACMA forma parte de las novedades que podrían incorporarse al Parlamento. El último sondeo del CIS le otorga una intención de voto del 1,8% y representa un caladero de votantes mucho más homogéneo y militante de cuanto puedan serlo los aficionados a los toros.

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