Enemigos a muerte hasta que podamos pactar

El ‘todos contra Susana Díaz’ durará exactamente lo que se prolongue la campaña, que llega a su ecuador

Susana Diaz visita una empresa alimentaria en Lepe (Huelva).EL PAÍS

El PP anunció en redes sociales el inicio de la campaña electoral en Andalucía con un cartel ocupado por Pablo Casado con la sonrisa congelada y en medio de un aplauso. Analizada la tipografía de todo el cartel (ocho mensajes diferentes, incluido el lema ‘Garantía de cambio’), la letra más pequeña era para la dirección en la que el PP haría su primer acto y, después, el nombre de Juanma Moreno, del que se sobreentendía que era el candidato. Una anécdota y una señal, como la gira que Pablo Casado ha desatado en Andalucía...

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El PP anunció en redes sociales el inicio de la campaña electoral en Andalucía con un cartel ocupado por Pablo Casado con la sonrisa congelada y en medio de un aplauso. Analizada la tipografía de todo el cartel (ocho mensajes diferentes, incluido el lema ‘Garantía de cambio’), la letra más pequeña era para la dirección en la que el PP haría su primer acto y, después, el nombre de Juanma Moreno, del que se sobreentendía que era el candidato. Una anécdota y una señal, como la gira que Pablo Casado ha desatado en Andalucía para darse a conocer, plantear las autonómicas en clave nacional (lo hizo también Iglesias: “Aquí se juega el destino de España”, dijo este sábado) y llenar la campaña del PP de muchos titulares nacionales y pocos andaluces. Casado heredó a Juanma Moreno Bonilla, que apoyó en las primarias del PP a Soraya Sáenz de Santamaría.

Entre algunos diputados y cargos del partido circuló el viernes por WhatsApp un vídeo de Moreno delante de un Yoda y R2-D2 hechos con azúcar para decir que la fuerza estaba con él y meterse con Teresa Rodríguez, candidata de Adelante Andalucía, que había dicho que ella, como la Khalessi, tenía tres dragones. El emoji que más acompañaba el mensaje de los populares era el mismo que usó Albert Rivera para meterse con el vídeo: la mano en la frente en gesto de “menudo desastre”. “Si el rival hace una tontería, puedes hacer dos cosas: señalarlo y dejarlo en ridículo, o correr para hacer otra mayor”, se lanza desde Génova.

Casado se juega en Andalucía más que ningún otro líder nacional: son sus primeras elecciones como presidente del PP, lo hace en una comunidad que electoralmente maltrata a su partido y con un candidato que no es de su gusto. Ha programado 45 actos en 15 días por dos de Pedro Sánchez, curiosamente por el mismo motivo: poca sintonía con su candidato. El caso de Sánchez es conocido y radicalmente distinto: Susana Díaz, además de detentar el poder, representa un PSOE paralelo al oficial que tiene en la Junta una manera propia de gobernar, casi una cultura de gobierno propia de un mandato de cuatro décadas.

De hecho, la campaña de Ciudadanos con apelaciones a Cataluña instala a Díaz en un territorio cómodo para ella. Ciudadanos es un partido construido en torno a un claro pal de paller, una especie de viga maestra que sostiene una construcción, algo que reúne consensos a su alrededor. En Cataluña se ha convertido en la referencia del Estado, un partido nacido para combatir al nacionalismo que ha conseguido ser el más votado de una comunidad con mayoría parlamentaria independentista. El discurso cala en el centro y la derecha, y daña especialmente en lugares en los que el PSOE pacta o contemporiza con independentistas, como Madrid; no es el caso de Andalucía, donde la presidenta de la Junta es tan dura con el discurso soberanista como puede serlo Ciudadanos.

Los naranjas, sin embargo, explotan el recurso: su líder catalana, Inés Arrimadas, natural de Jerez, pasa aquí media campaña. La encuesta que publica EL PAÍS los pone en órbita: subirían más de diez escaños. Y eso en una posición delicada que han solventado con eficacia; fueron los sostenes de la investidura de una especie de régimen que ellos denuncian, el socialismo andaluz, del que se erigen como aniquiladores. Su campaña va entre el lamento por lo primero y la saña en lo segundo. Actitud más clara, con reservas, hacia el PP; en el debate de Canal Sur, Marín le recordó a Juanma Moreno que juntos tienen la misión de desalojar al PSOE del poder (“una oportunidad que los andaluces están esperando desde hace 40 años”) y, de paso, le dijo que la diferencia entre un alcalde del PP y otro de Ciudadanos es que “el nuestro dimite y el suyo se lo lleva la Guardia Civil esposado”. Alguno habrá que gobierne, también.

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Socialismo verde

La campaña más tranquila la está haciendo, paradójicamente, la autodenominada Khalessi que dice luchar contra los Caminantes Blancos, la “Guardia de la Noche” según el argot de Juego de tronos trasladado a la política. Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, ha empezado a elevar solo ahora el tono y la dimensión de sus actos, que ha ido tejiendo con eficacia en plazas modestas y en arreglo a un discurso sobre causas sociales que evita los berenjenales que enfangan a Podemos en la política nacional. Funciona, y mucho, en el electorado andaluz; es un socialismo verde, sentimental, andalucista y piropeador del histórico votante del PSOE: lo que caiga Díaz, que caerá, lo recogerá Rodríguez. Y las dos se presume que tendrán que ponerse de acuerdo para que la izquierda repita en la Junta. Su “ni muerta gobierno con Susana Díaz” no aclara, sin embargo, si habría acuerdo de investidura o Teresa Rodríguez y Podemos se convertirían en la llave de paso, cuarenta años después, de la derecha al poder de Andalucía. Ni lo parece ni lo será.

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