¿Para qué sirven los desfiles militares?

Trump quiere importar a EE UU este tipo de eventos. No son la mejor forma de evaluar la eficacia de un ejército, pero siguen atrayendo a las audiencias televisivas

Desfile militar en el paseo de la Castellana de Madrid, el pasado 12 de octubre.SAMUEL SÁNCHEZ

Impresionado por el desfile de París, al que le invitó Emmamuel Macron el pasado 14 de julio, Donald Trump quiere montar el suyo en Washington. Más grandioso y apabullante, por supuesto. Aunque las paradas militares no formen parte de la tradición estadounidense (la última se celebró en 1991, tras la guerra del Golfo) y aún no sepa exactamente qué quiere conmemorar.

En los parisienses Campos Elíseo...

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Impresionado por el desfile de París, al que le invitó Emmamuel Macron el pasado 14 de julio, Donald Trump quiere montar el suyo en Washington. Más grandioso y apabullante, por supuesto. Aunque las paradas militares no formen parte de la tradición estadounidense (la última se celebró en 1991, tras la guerra del Golfo) y aún no sepa exactamente qué quiere conmemorar.

En los parisienses Campos Elíseos se recuerda anualmente la toma de la Bastilla, arranque de la Revolución Francesa, y en la Plaza Roja de Moscú se rememora cada 9 de mayo la victoria sobre el nazismo. En las repúblicas exsoviéticas han proliferado en los últimos años los desfiles para conmemorar su independencia nacional.

También en España tuvo lugar hasta 1975 el Desfile de la Victoria, con el que el dictador Francisco Franco celebraba su triunfo sobre la República el 1 de abril de 1939. La recuperada democracia no supo bien qué hacer con él. Primero lo reconvirtió en el Día de las Fuerzas Armadas y luego lo trasladó al 12 de octubre, fecha elegida en 1982 como fiesta nacional.

El desfile del último 12-O superó los 2,8 millones de telespectadores, convirtiendo a TVE en líder de audiencia

A estas alturas del siglo XXI, los desfiles se han convertido en “un acto folclórico sin ninguna funcionalidad para las Fuerzas Armadas”, según Jorge Bravo, portavoz de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME), mayoritaria en los Ejércitos. “Tenían sentido al regreso de una misión para que la sociedad honrase a sus militares, pero hoy día son utilizados por los Gobiernos y monopolizan una fiesta nacional que debería protagonizar toda la sociedad”, advierte.

En opinión del teniente general retirado Pedro Pitarch, el “desfile es un factor de cohesión, hacia el interior de las Fuerzas Armadas y hacia el exterior, al propiciar su hermanamiento con la población”.

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Marchar en orden cerrado obliga a los militares a sincronizar sus movimientos, actuar como si fueran un único cuerpo, reforzar su unidad y su disciplina, lo que resultaba imprescindible en el combate convencional, pero puede parecer anacrónico en un campo de batalla altamente tecnificado.

Los desfiles también han sido históricamente un escaparate de la potencia de un país, una exhibición de músculo capaz de disuadir al enemigo. Pero las paradas militares no nos dicen si un ejército está preparado para combatir: que un soldado sepa desfilar no significa que sepa disparar.

La eficacia de un ejército se aprecia mucho mejor en las maniobras y ejercicios, a los que son invitados observadores extranjeros y que analizan en detalle los eventuales adversarios.

El problema es que su público suele ser limitado y casi nunca alcanzan las dimensiones de espectáculo de masas de los desfiles. Incluso en un país en apariencia poco proclive a lo castrense como España, el desfile del último 12-O superó los 2,8 millones de telespectadores, convirtiendo a TVE en líder indiscutible de audiencia esa jornada. Seguramente eso es lo que más seduce a Trump.

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