La derrota de Errejón

El 'número dos' de Podemos fue incapaz de desarrollar sus críticas en Vistalegre, envuelto en el ambiente unitario

Íñigo Errejón, este sábado, en Vistalegre.Bernardo Pérez

El fracaso de la estrategia política de Podemos a partir de las elecciones del 20-D tuvo un inevitable impacto sobre su grupo dirigente. Íñigo Errejón fue la cabeza visible, pero el malestar alcanzó a otros miembros destacados, por considerar que con el maximalismo Podemos había desempeñado el papel del mal puntillero, permitiendo la recuperación electoral y el mantenimiento en el poder del PP. Además, por excesivas ambición y torpeza —más la radicalización forzada por la coalición con IU—, ...

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El fracaso de la estrategia política de Podemos a partir de las elecciones del 20-D tuvo un inevitable impacto sobre su grupo dirigente. Íñigo Errejón fue la cabeza visible, pero el malestar alcanzó a otros miembros destacados, por considerar que con el maximalismo Podemos había desempeñado el papel del mal puntillero, permitiendo la recuperación electoral y el mantenimiento en el poder del PP. Además, por excesivas ambición y torpeza —más la radicalización forzada por la coalición con IU—, quebró el sorpasso y también la posibilidad de una captación del PSOE desde una oferta real de colaboración. La organización piramidal, con un vértice todopoderoso en manos de Pablo Iglesias, aparecía asimismo como clave de lo que acabó en una huida hacia adelante, volviendo al culto a las movilizaciones y al enfoque antisistémico.

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Las dos visiones consiguientes, definidas por Pablo Iglesias y por Errejón, hacían augurar algo importante: la puesta en cuestión en Podemos del monolitismo y de la prioridad de ganar a cualquier precio, atendiendo tras la pérdida de votos a insistir en la transversalidad de sus apoyos sociopolíticos. No ha sido así, ya que siendo candidato único a la secretaría general, Iglesias pudo presentarse como garantía también única de la continuidad de la línea política hasta entonces seguida, frente a un vacío que pudiera resultar de la aceptación de las críticas de su excolaborador, bien explícitas por añadidura. Para evitar dudas, recordó que no seguiría como líder si su posición política era derrotada en la asamblea estatal. La jugada de Errejón, consistente en cambiar de política sin un reto perdedor a Iglesias, tenía así pocas posibilidades de éxito.

Menos aún porque muy pronto Iglesias evitó el cuerpo a cuerpo ideológico, sirviéndose de sus colaboradores más cercanos, desde el "Íñigo, así no", para desplazar el conflicto a la esfera personal. Monedero y otros añadieron que en las posiciones de Errejón había ambición de poder. Y la bola de nieve creció día a día, por encima de las cuestiones de fondo.

Vistalegre 2 se abrió al grito de "unidad, unidad", y el puño cerrado se impuso a la uve. Para evitar riesgos, la organización dio solo 10 minutos a la defensa de cada ponencia política. Argumentar, misión imposible.

Precedido de una seguidora que exaltó la unidad y la movilización permanente, Iglesias logró resumir su propuesta centrada en esa conquista del Gobierno a conseguir en 2020. Ahora resulta que siempre valoró positivamente la Transición, pero que desde 2007 hace falta otra, un nuevo contrato social que está al alcance de un Podemos cohesionado bajo su dirección. ¿En qué consistirá, más allá de acabar con el PP y de gobernar para "la gente"? A continuación, Errejón fue incapaz de desarrollar sus críticas, envuelto en el ambiente unitario. Si bien no habló de la "triple alianza", puso sucesivamente tibios a PP, Ciudadanos y PSOE. Insistió en el avance imparable de Podemos. Entonces, ¿para qué lanzarse a plantear una enmienda de fondo si la convergencia/subordinación resulta aceptada de antemano?

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