Análisis

Surfeando el referéndum

El embrollo llega cuando se pregunta a En Comú Podem y Colau hasta dónde están dispuestos a llegar

Ada Colau y Oriol Junqueras, en Barcelona.Carles Ribas

El sufrido espectador de la política catalana que intente comprender el posicionamiento de los partidos favorables al referéndum corre riesgo de marearse. Y no solo porque los independentistas de Junts pel Sí abrazan ahora como única verdad la celebración de un referéndum que ni siquiera llevaban en su programa electoral. El espacio que se mueve en la órbita de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y de En Comú Podem también está utilizando tácticamente ese referéndum hasta límites co...

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El sufrido espectador de la política catalana que intente comprender el posicionamiento de los partidos favorables al referéndum corre riesgo de marearse. Y no solo porque los independentistas de Junts pel Sí abrazan ahora como única verdad la celebración de un referéndum que ni siquiera llevaban en su programa electoral. El espacio que se mueve en la órbita de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y de En Comú Podem también está utilizando tácticamente ese referéndum hasta límites complicados de digerir.

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Ciertamente, tanto En Comú Podem como Colau siempre han reivindicado la celebración de un referéndum de independencia en Cataluña, aunque sea para defender la continuidad de esa comunidad dentro de España con una renovada relación. El embrollo llega cuando se les pregunta hasta dónde están dispuestos a llegar para celebrar dicha votación si el Estado rechaza autorizarlo. Ninguno de ellos oculta que sin un acuerdo tácito es muy difícil que se pueda celebrar y que la votación pueda ser reconocida por la comunidad internacional que, al fin y al cabo, es la que acabaría dando carta de naturaleza a una Cataluña independiente. Es por este motivo que Colau, Domènech y sus seguidores se encuentran más cómodos hablando de referéndum "efectivo" —que produzca efectos concretos—, que no de referéndum "pactado".

Si a esto se le añade que todo el espacio de Podemos y sus confluencias dejaron claro en el pasado ciclo electoral que solo un Gobierno presidido por Pablo Iglesias podía garantizar este referéndum es evidente que no pueden esperar ahora que se alcance dicho acuerdo. Es en esta lógica que deben inscribirse las palabras de la semana pasada del portavoz de En Comú Podem, Xavier Domènech, cuando llamó a precipitar el final de la legislatura catalana y convocar elecciones. Sin un Gobierno de Podemos no se puede aspirar a celebrar un referéndum que sirva para algo más que la votación informal del 9 de noviembre de 2014.

Pero los referentes de Podemos en Cataluña no pueden permitirse aparecer en esa comunidad como un sujeto que se limita a esperar a que haya condiciones favorables para ese referéndum. O no pueden hacerlo si quieren aspirar a ser fuerza hegemónica. Es aquí donde entra en acción Ada Colau, dispuesta a seguir alimentando la posibilidad de un referéndum cueste lo que cueste. Cuando Colau dice hoy que hay que hacer un referéndum y que la cuestión "no es que sea pactado o no, sino que sea efectivo" busca aunar las dos almas que se van configurando dentro de su espacio político. La cuestión es si la alcaldesa logrará surfear entre dos olas en un momento en que el electorado catalán parece estar premiando los posicionamientos claros. De no hacerlo corre riesgo de quedar anulada como interlocutora por un bando y por el otro.

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