Un pacto firmado con jugo de limón

El Gobierno ha sobrestimado su habilidad política al promocionar al exministro José Manuel Soria

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, durante la cumbre del G20 en China.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Se conoce como el efecto Dunning-Kruger: personas de habilidad escasa que sufren una ilusión de superioridad. Simplemente, se creen más listos de lo que son.

Sus creadores trabajaban en el departamento de Psicología de la Universidad de Cornell (EE UU) y se inspiraron en el caso de MacArthur Wheeler. El hombre había atracado dos bancos con la increíble táctica de cubrirse la cara con jugo de limón. Estaba convencido de que la "tinta invisible" que solo puede ser leída al acercarla a una llama serviría para ocultar su rostro a las cámaras de seguridad.

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Se conoce como el efecto Dunning-Kruger: personas de habilidad escasa que sufren una ilusión de superioridad. Simplemente, se creen más listos de lo que son.

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Sus creadores trabajaban en el departamento de Psicología de la Universidad de Cornell (EE UU) y se inspiraron en el caso de MacArthur Wheeler. El hombre había atracado dos bancos con la increíble táctica de cubrirse la cara con jugo de limón. Estaba convencido de que la "tinta invisible" que solo puede ser leída al acercarla a una llama serviría para ocultar su rostro a las cámaras de seguridad.

Alguien en el Gobierno ha sobrestimado su habilidad política al promocionar a José Manuel Soria como director ejecutivo del Banco Mundial cinco meses después de que las mentiras sobre sus cuentas en paraísos fiscales le obligaran a dimitir como ministro. Y ha subestimado la capacidad de aguante, no ya de la ciudadanía, sino incluso de aquellos en el PP que todavía aspiran a cambiar las cosas. Las críticas de Alberto Núñez Feijóo, de Cristina Cifuentes o de Juan Vicente Herrera fueron comedidas: exigían una explicación pública. Pero en un partido en el que las discrepancias no se suelen airear, cayeron como un aldabonazo en el Gobierno, porque se entendía perfectamente lo que querían decir: el nombramiento era inexplicable.

A medida que se desvela esta inmensa chapuza, queda claro que la designación fue un traje a medida para un amigo del presidente Rajoy y del ministro Guindos. Una salida para compensar la retirada de Soria, cuando se planteaba una campaña electoral complicada para el PP. Entonces Rajoy se limitó a dar tiempo a su ministro para que intentara dar con una explicación razonable. Ahora se ha ido mucho más allá: se ha alterado el proceso normal de designación de un alto cargo, se ha decidido con nocturnidad y alevosía y con una torpeza asombrosa, al término de una investidura fallida que se sostenía en un acuerdo de regeneración democrática con Ciudadanos. Y se ha mentido a la ciudadanía, al presentar como una decisión inapelable, realizada bajo la más estricta legalidad, un puro ejercicio de amiguismo y de servicios pagados.

El caso Soria ha hecho un daño a la ya maltrecha credibilidad de Rajoy de dimensiones incalculables en su pretensión de "perseverar" en el empeño de ser investido presidente del Gobierno. Hay errores que ya no se pueden hacer desaparecer ni con jugo de limón ni con tinta china.

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