Análisis

Del paraíso al infierno

¿Cómo se puede gobernar en minoría? Si Rajoy es investido deberá asumir la dificultad de tener un Parlamento con mayoría en contra

Mariano Rajoy, el pasado 26 de junio. JOSE JORDAN (AFP)

El Gobierno del PP ha vivido cuatro años en el paraíso de un Parlamento con mayoría absoluta en el que hacía lo que quería sin pactar nada y sin sentarse siquiera a negociar. Ahora, si Mariano Rajoy logra formar Gobierno en minoría bajará al suelo de la dura realidad con un Congreso que no controla y que puede convertirse en un verdadero infierno político. Tendrá 137 diputados frente a 213, la cifra más baja de apoyo de las que ha tenido un Gobierno desde 1978.

Para empezar, el PP logró frenar con su mayoría absoluta 105 comparece...

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El Gobierno del PP ha vivido cuatro años en el paraíso de un Parlamento con mayoría absoluta en el que hacía lo que quería sin pactar nada y sin sentarse siquiera a negociar. Ahora, si Mariano Rajoy logra formar Gobierno en minoría bajará al suelo de la dura realidad con un Congreso que no controla y que puede convertirse en un verdadero infierno político. Tendrá 137 diputados frente a 213, la cifra más baja de apoyo de las que ha tenido un Gobierno desde 1978.

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Para empezar, el PP logró frenar con su mayoría absoluta 105 comparecencias del presidente del Gobierno para hablar de corrupción. La cifra aumenta exponencialmente si se suman las peticiones de comparecencia de ministros sobre diferentes asuntos. En la nueva legislatura, el PP ya no tendrá capacidad por sí solo para frenar nada.

Esas comparecencias se deciden en la Junta de Portavoces por voto ponderado, no en la Mesa, por lo que no hay opción a frenar una petición de la oposición. Por ejemplo, José Luis Rodríguez Zapatero, último presidente que ha gobernado sin mayoría absoluta, tuvo que aceptar una comparecencia al trimestre para hablar de la situación económica. Rajoy solo lo hizo de forma extraordinaria dos veces en cuatro años y una de ellas porque hasta la prensa internacional lo pidió. Pero logró, por ejemplo, no dar cuenta del rescate bancario.

En esa función de control, un Gobierno en minoría no tendría capacidad para bloquear por sí solo una petición de comisión de investigación formulada por la oposición. Por eso, la de Rajoy ha sido la única legislatura de la democracia en la que no se ha creado ninguna comisión de investigación. Y en los cuatro meses de legislatura frustrada se aprobó crear una sobre corrupción que hasta el PP terminó apoyando por la imposibilidad de bloquearla frente al PSOE, Podemos y Ciudadanos.

De las funciones clásicas del Parlamento, la de control, la deliberativa y la legislativa, la primera le complica la vida a un Gobierno, la segunda le puede poner en evidencia, pero la tercera, la de elaborar las leyes, es la que le puede hacer imposible cumplir sus funciones.

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Mayoría contra el legado normativo del PP

Si la legislatura que se inició el 13 de enero hubiera seguido, todo el legado normativo del Gobierno de Rajoy se hubiera derogado.

Se aprobaron proposiciones no de ley y se admitieron proposiciones de ley que derogaban la ley de Educación, la ‘ley mordaza’, la de enjuiciamiento criminal y la de cadena perpetua, entre otras. Los que lo hicieron mantienen tras el 26-J la mayoría necesaria para repetirlo.

El Gobierno no solo tiene ahora que asegurarse acuerdos para aprobar sus proyectos de ley, sino que tiene que impedir que el resto del Congreso apruebe normas en contra de su voluntad, programa e intereses. Por ejemplo, PSOE, Podemos y Ciudadanos podrían sumar sus fuerzas para cumplir su programa y hacer aprobar proposiciones de ley para derogar leyes de la anterior legislatura que prometieron derogar como la cadena perpetua o la ley mordaza.

La dificultad es que puede haber coincidencia de los tres partidos para rechazar normas, pero es más difícil convertir ese frente de rechazo en apoyo a un texto articulado. Por ejemplo, pueden coincidir en parar la Lomce, pero no es fácil que lo hagan para pactar un texto legal articulado. Más aún, si Ciudadanos se mantiene cerca del PP en el cumplimiento de un pacto.

El Gobierno tendrá como instrumento a su servicio el de los vetos por parte del Gobierno a proposiciones de ley de la oposición, si considera que afectan a los Presupuestos. Estos vetos están previstos en la Constitución y el reglamento del Congreso, como trámite previo al debate de proposiciones de ley de la oposición.

Rajoy podría seguir siendo presidente, pero con la incomodidad de buscar cómo su “legado normativo” se revierte. Para evitar eso tendría que hacer un pacto de legislatura detallado y cerrado con PSOE y Ciudadanos y, como explica un destacado miembro del actual Gobierno, tener cintura para pactar cada iniciativa. Un miembro del equipo parlamentario de Zapatero, último presidente en minoría, asegura que es vital tener un portavoz parlamentario con interlocución con todos los demás grupos, con flexibilidad suficiente para pactar y negociar.

De esa época, se acuñó la expresión “perder los martes para ganar los jueves”. Se refería al hecho de que el pleno de los martes es el que aprueba mociones y proposiciones no de ley, que tienen un alto valor político, pero nula efectividad. Es decir, la función deliberativa del Parlamento complica la vida al Gobierno, pero no le mata. Los jueves, en cambio, es cuando se aprueban o toman en consideración los proyectos de ley y las proposiciones de ley de los grupos y perder esas votaciones es mucho más grave.

En la anterior legislatura, el PP con su mayoría absoluta solo aceptó a trámite cuatro proposiciones de ley y las cuatro eran del PP, ninguna de la oposición. Ahora no podría frenar la toma en consideración de una que, por ejemplo, defendiera paralizar la aplicación de la Lomce y luego tendría que pelear para con enmiendas suavizarla en el largo trámite legislativo.

Ejemplos de eso son la ley de educación que el primer Gobierno de José María Aznar tuvo que retirar porque perdió la última votación en el Pleno del Congreso, con Esperanza Aguirre como ministra de Educación.

Ese Ejecutivo de Aznar apenas aprobó leyes orgánicas, de las que precisan mayoría absoluta para salir adelante. Tampoco puede gobernar con decretos porque luego necesita convalidarlos en el Congreso y no puede evitar que le obliguen a tramitarlos como proyectos de ley.

Un Gobierno puede vetar proposiciones de ley, pero solo si justifica que supone aumento Presupuestario y con dudas sobre si ese veto es definitivo o solo retrasa la tramitación.

El Gobierno del PP tendría la ventaja de tener el Senado a su favor, pero tendría que ratificar luego en el Congreso las enmiendas que introdujera en la Cámara Alta.

Ese miembro del equipo de Zapatero recuerda que además de mayoría relativa en el Congreso tenían el Senado en contra y ahí la oposición aprovechaba para complicarles la vida. Por ejemplo, con los Presupuestos, el PP apoyaba todas las enmiendas de IU para descuadrar las cuentas , hasta el punto de que el senador de izquierdas que las proponía sostenía: “Aquí invita el PP y paga el PSOE”.

En esa época, Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces portavoz del PSOE en el Congreso, sostenía al inicio de la legislatura que cuanto antes se perdiera una votación sería mejor porque así se quitaba trascendencia a la derrota y que dejara de ser noticia. El equipo de Rajoy, si saca adelante la legislatura debe tomar nota de ese consejo.

Lo que tampoco podrá hacer el PP, tras una legislatura de sacar delante casi todas las leyes en solitario, es forzar plazos a su conveniencia. Lo hizo por ejemplo para aprobar a toda prisa sus últimos presupuestos.

Y todo se complica, también para el PSOE, por el hecho de que, con toda seguridad, Podemos utilizará sus iniciativas para poner trampas a los socialistas, marcar distancias de todos y presentarse como único partido de oposición real.

Los Presupuestos tienen un trámite que no es el más complicado para los gobiernos y el PP podría pactar enmiendas de gasto e inversión con partidos nacionalistas y hasta independentistas.

Cada martes y cada jueves puede ser un festival en el Pleno del Congreso. Y una tortura para otros.

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