Análisis

Un mal tropiezo

El renovado protagonismo público de don Juan Carlos debía servir, además, para dejar en segundo plano la peor pesadilla de la Casa del Rey: el 'caso Urdangarin'

Don Juan Carlos, el 8 de abril de 2012.Montserrat T. Diez (EFE)

El Rey ha tenido un mal tropiezo. Y no solo por las consecuencias médicas (triple fractura de cadera), sino por la forma y el momento. Por rápida que sea su recuperación (uno o dos meses, según los médicos), don Juan Carlos, de 74 años, deberá ralentizar su actividad justo cuando su agenda está más cargada de actos oficiales. Se cuenta con él para garantizar el éxito de la cumbre de noviembre en Cádiz, donde será anfitrión de los jefes de Estado y Gobierno iberoamericanos.

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El Rey ha tenido un mal tropiezo. Y no solo por las consecuencias médicas (triple fractura de cadera), sino por la forma y el momento. Por rápida que sea su recuperación (uno o dos meses, según los médicos), don Juan Carlos, de 74 años, deberá ralentizar su actividad justo cuando su agenda está más cargada de actos oficiales. Se cuenta con él para garantizar el éxito de la cumbre de noviembre en Cádiz, donde será anfitrión de los jefes de Estado y Gobierno iberoamericanos.

Desde que, en mayo de 2010, se le extirpó un nódulo pulmonar, la Jefatura del Estado ha funcionado a medio gas. Las dos intervenciones que sufrió el año pasado —en junio se le implantó una prótesis de rodilla y en septiembre sufrió rotura del tendón de Aquiles— solaparon una convalecencia con otra. Solo en los últimos tiempos, ya plenamente recuperado, había vuelto a su ritmo habitual de viajes, tanto oficiales (Bosnia) como privados (Kuwait y Botsuana).

El renovado protagonismo público de don Juan Carlos debía servir, además, para dejar en segundo plano la peor pesadilla de la Casa del Rey en los en los últimos años: la imputación de su yerno Iñaki Undargarin en el caso Nóos. Su expresa separación preventiva de las actividades de la Familia Real no ha podido evitar que el goteo de noticias sobre corrupción en la fundación sin ánimo de lucro que presidía el marido de la infanta Cristina haya acabado por salpicar la imagen de la institución.

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En octubre pasado, la opinión pública suspendía por vez primera a la Monarquía, a la que otorgaba una nota de 4,89 sobre 10, según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), lo que encendió todas las alarmas en una institución que basa buena parte de su legitimidad en un amplísimo consenso social.

Dos miembros de la Familia Real, don Juan Carlos y su nieto Felipe Juan Froilán, se han accidentado en la misma semana cuando practicaban actividades con armas de fuego. Los accidentes no solo han llevado al hospital a sus víctimas, sino que han expuesto a la luz pública situaciones que de otra forma no se habrían conocido: el manejo de una escopeta de calibre 36 por un menor de 13 años —contra lo prescrito por la legislación sobre armas— y el viaje de caza a Botsuana por parte de Don Juan Carlos, del que la Casa del Rey no ha informado oficialmente por tratarse de un viaje privado. Aún es pronto para saber si los últimos traspiés dejarán más secuelas que las médicas.

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