“Ultras: de 1923 a 2023”, por Xavier Vidal-Folch

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Una niña posa delante de un cartel electoral de Hindenburg y Hitler que reza: "El mariscal y el cabo: lucha con nosotros por la paz y la igualdad de derechos,"Wilmersdorf, Berlín, 1933Roman Vishniac/ Mara Vishniac Kohn Cortesía International Center of Photography


Hola, Soy Xavier Vidal-Folch, articulista de EL PAÍS, y escribí esta columna porque hay que estar alerta contra la banalización del extremismo derechista.

La palanca ideológica de los ultras europeos, hoy como ayer, es el racismo. Primero, con vitola antisemita. “Los nazis situaron al tema judío en el centro de su propaganda” de forma que “el antisemitismo ya no era cuestión de opiniones acerca de personas diferentes de la mayoría”, sino “la preocupación íntima de cada individuo en su existencia personal”, escribió Hannah Arendt (Los orígenes del totalitarismo, Alianza, 2006). Hoy, en tono antiárabe y antiinmigración.

La palanca política fue primero el golpe de Estado: el fracasado putsch de Hitler en la cervecería de Múnich en 1923, a recuelo de la Marcha sobre Roma de Mussolini (1922). Desde ahí, combinó la violencia (intensa, selectiva), contra judíos y rojos —enemigos que van variando— con la lucha electoral. Aupada en la Gran Depresión de 1929, la revolución nazi “fue avanzando con arreglo a lo que quería o estaba dispuesta a tolerar la gran mayoría” (Richard Evans en El tercer Reich, Pasado & Presente, 2014).



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