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La ‘Ley de la Devastación’ del Congreso brasileño impone una derrota a la humanidad

Solo cuatro días después de la COP, el Parlamento levanta los vetos de Lula y desregula salvajemente las actividades en zonas protegidas

Cuatro días. El Congreso brasileño tardó solo cuatro días tras el fin de la COP30 en lanzar el mayor ataque contra la Amazonia y todos los biomas. El proyecto de ley apodado “de la Devastación” había sido aprobado en la Cámara de Diputados y en el Senado y, ante la catástrofe, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva había impuesto 63 vetos. La semana pasada, el 27 de noviembre, el Congreso rechazó 56. Así, lo que era proyecto ya es ley, y lo que determina la ahora Ley de la Devastación, en la práctica, es el fin de las licencias ambientales. Es el mayor ataque a la vida que ha acometido...

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Cuatro días. El Congreso brasileño tardó solo cuatro días tras el fin de la COP30 en lanzar el mayor ataque contra la Amazonia y todos los biomas. El proyecto de ley apodado “de la Devastación” había sido aprobado en la Cámara de Diputados y en el Senado y, ante la catástrofe, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva había impuesto 63 vetos. La semana pasada, el 27 de noviembre, el Congreso rechazó 56. Así, lo que era proyecto ya es ley, y lo que determina la ahora Ley de la Devastación, en la práctica, es el fin de las licencias ambientales. Es el mayor ataque a la vida que ha acometido el Congreso desde la redemocratización de Brasil. Pero la desprotección que la nueva legislación amplía —y mucho— afecta a todo el planeta, que depende de la selva amazónica para frenar el aumento global de las temperaturas.

Un ejemplo de la nueva ley. En 2015 y 2019, las presas de residuos de la empresa minera Vale en los municipios de Mariana y Brumadinho, en el estado de Minas Gerais, se rompieron, provocando las mayores catástrofes medioambientales de la historia de Brasil. Las escenas fueron apocalípticas; murieron 19 personas en la primera y 272 en la segunda. Casas, animales, árboles, tierras quedaron engullidos por un lodo tóxico que se apoderó del río Doce y avanzó durante semanas, traspasando fronteras y llegando a pueblos indígenas de otro estado. Todo esto sucedió con la legislación anterior, que preveía la concesión de licencias medioambientales. Ahora, este tipo de presa de residuos está exento de cualquier análisis de impacto y autorización previa. Basta con una declaración responsable de la empresa minera o de cualquier otra corporación, empresa o empresario diciendo que no hay ningún riesgo y listo, todo resuelto.

Otro ejemplo. Está demostrado que la apertura y pavimentación de carreteras es una de las principales causantes de la deforestación y de la expansión del alcance del crimen organizado, que hoy controla partes cada vez mayores de la Amazonia. Entre las obras más temidas se encuentra el asfaltado de la BR-319, que conecta Manaos con Porto Velho, objeto de numerosas protestas porque acelerará tanto la destrucción de la selva como el avance del crimen organizado, que ha ampliado mucho su cartera de negocios y actualmente se dedica no solo al narcotráfico sino también a la minería ilegal, el robo de tierras públicas y la venta de madera. Ahora ya no se necesita ninguna licencia medioambiental —con estudios, análisis de impacto y medidas de mitigación— para obras en carreteras que ya existen.

Estos son solo dos ejemplos. Las maldades van mucho más lejos. Una de las voces más vehementes de la resistencia a la Ley de la Devastación fue la de la diputada indígena Célia Xakriabá: “Podemos tener partidos diferentes, religiones diferentes, intereses económicos diferentes, pero lo cierto es que compartimos el mismo planeta. Podemos ser expresidente, exdiputada, pero no queremos una exAmazonia. Si nos va mal a nosotros, les va a ir mal a ustedes”.

La derogación de los vetos de Lula se considera una derrota para el Gobierno, en la siempre conflictiva relación entre un presidente de centroizquierda y un Congreso que, en su mayoría, sirve a los intereses personales de diputados y senadores que, a su vez, están íntimamente vinculados a los intereses de las corporaciones de soja, carne, pesticidas, minería y petróleo, entre otras, así como a las frecuentes comisiones ilegales en grandes obras. Muchos son de extrema derecha, pero muchos, aunque sean de derecha, están menos vinculados a ideologías y solo se preocupan por utilizar el poder Legislativo para sus propios intereses. En la práctica, la Ley de la Devastación permite que avance la destrucción de la Amazonia, un bien colectivo, para obtener ganancias personales.

El mes de noviembre en Brasil fue un escaparate de lo que sucede en el mundo. Una COP que intenta mantener vivo lo que queda del multilateralismo, con una enorme preparación y agotadoras negociaciones, no avanzó casi nada. Cuatro días después, el Congreso brasileño derribó la mayoría de las barreras que impedían que aumentara la destrucción de la naturaleza. Es el avance de la extrema derecha en el mundo, que mina la democracia desde dentro y acelera el calentamiento global. En Brasil, este grupo depredador ya ha comprendido que, si domina el Congreso, domina casi todo.

La Ley de la Devastación no es una derrota del Gobierno brasileño, es una derrota de la humanidad. ¿Y cómo va a afrontarla la humanidad?

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