Países Bajos: gana Europa
El fracaso de la apuesta del ultraderechista Geert Wilders abre la oportunidad de un Gobierno de centro europeísta
Ostensiblemente, Geert Wilders ha perdido su apuesta en las elecciones generales del miércoles en Países Bajos. La intención manifiesta del veterano líder ultraderechista —lleva casi 20 años al frente de su formación— al dinamitar el pasado junio el Gobierno encabezado por Dick Schoof era que las urnas reforzasen su posición en un futuro Gabinete netamente de derechas. El resultado electoral le da 26 escaños, casi un tercio menos de los que tenía. Además, su espantada ha molestado a potenciales socios de gobierno, que ahora podrán intentar montar un Ejecutivo sin él.
Los grandes vencedores de los comicios han sido los partidos de centro (laboristas, verdes, cristianodemócratas, liberalconservadores y los liberalprogresistas de Demócratas 66, que, por primera vez, son la primera fuerza política), que tienen ahora una oportunidad de montar un acuerdo político que devuelva al seno del proyecto comunitario a uno de los países fundadores de la Unión Europea y que siempre ha tenido entre los Veintisiete un peso superior a su tamaño. El compromiso de Países Bajos con el Pacto Verde Europeo; con el pacto por la inmigración; con la contribución a la defensa de Ucrania y de la UE; con el sostén del presupuesto de la Unión y una potencial mutualización de la deuda son todos asuntos en los que los cinco partidos del bloque moderado tienen opiniones diferentes, pero coinciden en la necesidad de un compromiso con el proyecto europeo. El éxito de sus negociaciones para formar Gobierno es imperativo, fundamentalmente porque, en un Parlamento con 15 partidos, no hay alternativas viables ni de un lado ni del otro del espectro político.
Con todo, no hay que olvidar que, de alguna manera, Wilders ha salido victorioso de estas elecciones en otros aspectos. No solo es que se haya quedado a un puñado de votos (menos de 20.000) del vencedor, ni que buena parte de los sufragios que ha perdido el Partido por la Libertad del líder ultraderechista hayan ido a otras formaciones radicales, sino también porque durante toda su carrera política —como durante la campaña— sus posiciones contra la inmigración y el islam han movido el conjunto del mapa político en su dirección. Y si, finalmente, sus rivales consiguen montar un Gabinete sin él, podrá volver a ejercer de líder de la oposición, el puesto que ha tenido en la mayor parte de su vida política y donde claramente se encuentra más cómodo en su papel de antisistema.
La radicalización política no es una marcha imparable. Tan importante o más que el hecho de que uno de cada cuatro holandeses haya votado a una opción ultra es qué van a hacer los representantes de los otros tres cuartos para ofrecer un Gobierno que salvaguarde la democracia y ofrezca perspectivas de futuro a la ciudadanía. El resto de Europa estará mirando con atención. Y con la esperanza de que los moderados tengan éxito en esa tarea.