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¿Te vienes al festival de comedia de Arabia Saudí? Dicen que te matan de la risa

Algunos de los cómicos que más han defendido la libertad de expresión actúan en Riad, en un festival organizado por una dictadura que asesina a periodistas y condena a muerte a tuiteros

Las dictaduras no son conocidas por su sentido del humor. Por eso no me vi venir que Arabia Saudí montaría un festival de comedia. Me enteré gracias a un vídeo en redes de Zach Woods, cómico y actor de series como The Office y Silicon Valley. En su vídeo carga contra el festival, que se celebra del 26 de septiembre al 9 de octubre, y que cuenta con Dave Chapelle, Aziz Ansari, Kevin Hart y Jimmy Carr, entre otra gente que, al parecer, necesita el dinero. Woods ironiza y dice que para muchos aguafiestas está mal blanquear un régimen que asesina a periodistas, en referencia a Jamal Khashoggi, y que ha sido acusado de colaborar con los atentados del 11-S, pero, al fin y al cabo, ¿quién no se ha vendido a un dictador alguna vez en su vida?

El dictador en cuestión, el príncipe Mohamed bin Salmán, sabe que eso de condenar a muerte a activistas y a tuiteros —entre otras vulneraciones de los derechos humanos— se ve regular desde fuera. Y por eso puso en marcha el proyecto Visión 2030: el chollo del petróleo tiene fecha de caducidad y el país quiere convertirse en un socio de negocios respetable, al menos en apariencia. Para lograrlo, necesita lavar su imagen con ayuda, por ejemplo, de eventos deportivos, como una liga de fútbol que fichó a Cristiano Ronaldo, una liga de golf que fichó a Jon Rahm y una federación de tenis que fichó a Rafael Nadal. Y ahora, un festival de comedia. Como Israel con el ciclismo y Eurovisión, pero a lo bruto.

A saber cómo va el evento: en Instagram solo hay alguna foto y algún vídeo promocional. Y pocos cómicos han hablado, aunque probablemente hayan leído los comentarios críticos en sus publicaciones recientes en redes. Ha habido excepciones, como Bill Burr, que tras actuar explicó en su podcast que había sido una de las mejores experiencias de su vida y que había podido hacer su espectáculo habitual. O como Tom Dillon, que se pasó de listo. Según NPR, el cómico dijo también en su podcast que lo hacía solo por dinero, 375.000 dólares por una noche, y que algunos cómicos cobraban hasta 1,6 millones (aunque nadie ha confirmado esas cifras). “¿Y qué, si tienen esclavos?”, dijo. “Me pagan lo suficiente para mirar hacia otro lado”. También le pagaban por no criticar el país, porque este comentario le valió su despido.

La decepción con muchos de estos cómicos, tanto del público como de compañeros de profesión, es comprensible. Como la de David Cross, que en su web les ha echado en cara sus quejas sobre la cultura de la cancelación: “Ya no podéis hablar de eso nunca más”. No le falta razón: da la impresión de que estos humoristas no ven mucho problema en que metan a alguien en la cárcel por sus opiniones, pero lo realmente duro, el límite inhumano que no se debe rebasar y que constituye un verdadero atentado contra la libertad de expresión, es que te insulten en X por un chiste.

Marc Maron también se burló del festival durante una de sus actuaciones, en un vídeo subido a Instagram: “¿Cómo lo promocionas? ¿Una producción de la misma gente que te trajo el 11-S?”. Aunque también recordaba que es fácil hablar si no te han invitado, como es su caso. Algunos cómicos sí recibieron la oferta y la rechazaron, como Atsuko Okatsuka, que mencionó en Threads y en X que el contrato prohíbe criticar el régimen durante las actuaciones, o como Mike Birbiglia y Shane Gillis, según recoge The New York Times.

El dilema que plantea Maron es crucial: ¿sacrificaríamos nuestros principios por una noche a cambio de 375.000 dólares? Es muy fácil decir ahora que no, sabiendo que ese dinero no existe, pero sería bastante humano dudar. ¿Tanto vamos a blanquear el régimen con un par de chistes? Si me quedo en casa, ¿Arabia Saudí se convertirá en una democracia? De acuerdo, el régimen es brutal, ¿pero eso significa que yo no tengo derecho a un Aston Martin nuevo?

Al final eso es lo que quiere este régimen: comprarnos. Que acabemos disculpando los asesinatillos y la represioncilla a cambio de dinero y con la colaboración de famosetes que piensan justo eso, que solo es una actuación, un campeonato de fútbol o un buen negocio. Presupuesto tienen, la duda es si nosotros tenemos escrúpulos.

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