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Suena contradictorio

No me había preguntado por el precio de una bala hasta lo del contrato de Marlaska

Este es el precio de una bala: 43,4 céntimos. Lo he obtenido dividiendo 6.642.900 euros entre 15.300.000 balas. Jamás me había interesado antes por el precio de un proyectil de esta naturaleza, que viene a ser un tercio del precio de un café en una cafetería de barrio. El cortado es la unidad de medida de la gen...

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Este es el precio de una bala: 43,4 céntimos. Lo he obtenido dividiendo 6.642.900 euros entre 15.300.000 balas. Jamás me había interesado antes por el precio de un proyectil de esta naturaleza, que viene a ser un tercio del precio de un café en una cafetería de barrio. El cortado es la unidad de medida de la gente que madruga. Si le añades tres balas más, quizá puedas acompañarlo de un cruasán. Desayunar o matar a cuatro personas humanas, esta es la cuestión (o la question). Que te aproveche el desayuno. Que te aprovechen los muertos (o las muertas). Matar al por menor sale barato, pero un tanque o un caza cuestan un ojo de la cara. Los españoles compramos las balas por unidades, en vez de por cajas, porque venimos de la pobreza y valoramos los céntimos.

Quince millones de balas parecen muchas balas, pero disparadas en forma de ráfaga se van como el humo, no duran, no te duran. En la mili, al final de los ejercicios de tiro, teníamos que devolver al sargento el mismo número de casquillos que proyectiles nos habían entregado. Era como dar las vueltas a tu madre cuando volvías de un recado. Apuntábamos a matar en un campo donde los saltamontes botaban espantados por el tiroteo. Y matábamos, claro, imaginariamente, pero matábamos al enemigo, bien tiro a tiro, bien a ráfaga. Los que tirábamos a ráfaga, para acabar cuanto antes con la bestia que llevábamos dentro, éramos motejados de derrochadores. Allá tú, nos decía el teniente, gástalas de golpe, pero luego no llores cuando aparezca un rojo a la vuelta de la esquina.

En fin, en fin, que no me había preguntado por el precio de un plomo hasta lo del contrato de Marlaska, que también ha adquirido, dicen, chalecos antibalas. No he conseguido averiguar el precio de estos últimos. Ignoro de cuántos cafés tendría que prescindir para salir a cuerpo. Pero comprar balas y chalecos antibalas a la vez suena, poéticamente hablando, un poco contradictorio, ¿O no?

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