Todo anda regular
Nada hay más cruel que el silencio de los progenitores cuando desaparecen. Papá, mamá, decidme algo, que no hay día que no piense en vosotros debajo de la ducha
Mis padres no regresan ni en sueños. Debían de estar deseando largarse de este mundo más que yo de su casa. Pero yo volvía en Navidades, aunque solo fuera para discutir durante la cena de Nochebuena, y les escribía tarjetas postales desde los lugares a los que viajaba. Yo cumplía, en fin, pero ellos no han enviado una señal desde que se marcharon. Me hago cargo de que las comunicaciones entre este mundo y el suyo no son fáciles, pero, joder, ahora tienen la wifi y el 5G, además de los elementos de siempre, para hacer...
Mis padres no regresan ni en sueños. Debían de estar deseando largarse de este mundo más que yo de su casa. Pero yo volvía en Navidades, aunque solo fuera para discutir durante la cena de Nochebuena, y les escribía tarjetas postales desde los lugares a los que viajaba. Yo cumplía, en fin, pero ellos no han enviado una señal desde que se marcharon. Me hago cargo de que las comunicaciones entre este mundo y el suyo no son fáciles, pero, joder, ahora tienen la wifi y el 5G, además de los elementos de siempre, para hacerme saber al menos que están vivos. Ya sé que están muertos, pero la verdadera vida, según ellos, que eran creyentes hasta el tuétano, es la otra. Su silencio, me temo, empieza a darle la razón a mi ateísmo. Papá, mamá, decidle algo a este hijo descarriado que no hay día que no piense en vosotros debajo de la ducha.
Decidme algo. Apareceos mientras duermo para asegurarme que todo está orden, que lo hicimos bien, dadas nuestras posibilidades, que nos quisimos, pese a los desacuerdos permanentes y que, después de todo, tampoco lo he hecho yo tan mal, dentro de mis posibilidades, se entiende, que fueron las que eran, qué le vamos a hacer. Nada hay más cruel que vuestro silencio, nada más feroz que el silencio de los progenitores cuando desaparecen. No os niego vuestro derecho a estar muertos, es un derecho sagrado, pero hasta las piedras me hablan, hasta de las piedras obtengo alguna información cuando las piso, descalzo, al pasear por la orilla de la playa.
Durante estos paseos, miro las olas y pienso en vosotros. Puesto que arrojé vuestras cenizas al mar, os imagino cabalgando, transparentes, a lomos de una de esas olas, para llegar, hechos ya espuma, hasta mis pies, al objeto de hacerme sentir que estáis bien. Me vendría bien saber que estáis bien, que habéis llegado a puerto, que no queda lugar para el rencor. Podemos perdonarnos, ¿no? Alcanzar un acuerdo. Por aquí todo anda regular.