El fenómeno Sahra Wagenknecht y la izquierda española

‘TintaLibre’ recoge la emergencia de una nueva izquierda en Alemania, que aflora contradicciones y ángulos muertos en el resto de la izquierda europea, evidencia la incapacidad de dar respuestas prácticas a problemas reales y delata la sumisión al neoliberalismo de la izquierda que Wagenknecht llama “izquierda-estilo-de-vida”. ¿Quizá está hablando de nosotros?

Sahra Wagenknecht, principal candidata del Buendnis Sahra Wagenknecht de Alemania, BSW.Annegret Hilse (REUTERS)

Este artículo forma parte de la revista ‘TintaLibre’ de octubre. Los lectores que deseen suscribirse a EL PAÍS conjuntamente con ‘TintaLibre’ pueden hacerlo a través de este enlace. Los ya suscriptoras deben consultar la oferta en suscripciones@elpais.es o 914 400 135).

A nadie se le escapa que la izquierda europea (en el sentido más amplio del término) está teniendo un problema para definir y explicar a sus electores cuáles son sus propuestas políticas y cuál es el camino que sigue. Una izquierda urbanita, sometida al neoliberalismo, contentándose con gestionar reformas superficiales que no suponen ningún gasto importante para los gobiernos, que no se centra en los problemas reales de las clases populares y que ven cómo sus economías no les permiten llegar a fin de mes. Una indefinición política que está derivando votos, muchos, hacia partidos de derecha, incluso a los denominados de ultraderecha.

A mi juicio, tres son las claves más relevantes que aúnan esta indefinición en la que nos movemos y que está condicionando el cambio voto: la participación de Europa en la guerra de Ucrania y la de Gaza, las medidas que deben tomarse con respecto al problema migratorio y la importancia que están teniendo las políticas identitarias.

Las recientes elecciones Europeas, con un parlamento claramente escorado hacia la derecha, fueron un aviso a navegantes, como también lo fue antes en Francia o Italia, cada uno con sus peculiaridades, y como quizás puede serlo el más que posible triunfo de Trump.

Sin embargo, en este nuevo giro ideológico a la derecha, uno de los partidos que emergió, partido de nuevo cuño además, procedente de Die Linke, se sitúa a la izquierda y ha conseguido un significativo número de votos. Capitaneado por Sahra Wagenknecht, el partido Bündnis Sahra Wagenknecht – Vernunft und Gerechtigkeit BSW (Alianza Sahra Wagenknecht. Por la razón y la justicia), fue creado hace apenas nueve meses y consiguió seis parlamentarios, convirtiéndose en la quinta fuerza política más votada por la ciudadanía alemana, superando con un 4% a su partido de origen. Este resultado podría haber quedado en anécdota, si no fuera porque Wagenknecht, en las elecciones del 1 de septiembre en los Estados alemanes de Turingia y Sajonia, también obtuvo unos resultados relevantes, situándose como tercera fuerza, hasta el punto de ser clave para llegar a un acuerdo de gobierno en la zona. Ni que decir tiene que tanto el Partido Socialdemócrata como el Partido Liberal Demócrata, Die Linke y Los Verdes alemanes han acabado siendo mera anécdota en esos parlamentos. En esos mismos estados, las fuerzas de ultraderecha han multiplicado sus resultados, quedando como primera y segunda fuerza respectivamente. Señales, ambas, que no deberían obviar en Berlín de cara a los próximos comicios.

Frente a esto, los nuevos votantes de BSW son, fundamentalmente, antiguos electores de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y de la izquierda radical (Die Linke), decepcionados por haber votado en 2019 partidos que no ejercieron una oposición frontal al Gobierno. “Está claro que el enfoque y la actitud de algunos sectores de la izquierda son percibidos por muchos ciudadanos como arrogantes y engreídos. Además, los partidos de izquierda, cuando participan en los gobiernos, a menudo no logran mejorar las condiciones de vida de la mayoría más pobre de la población. Creo que las fuerzas de izquierda pierden cuando se distancian de las necesidades e intereses de la mayoría trabajadora”, le aseguraba la alemana al periodista Pascual Serrano en la única entrevista realizada en nuestro país.

Pero, ¿quién es y qué propone Sahra Wagenknecht, líder e ideóloga del nuevo partido, que ha logrado, desde la izquierda, recuperar unos votos que parecían perdidos? Aunque, quizás el quid de la cuestión sea, ¿puede ese nuevo enfoque, llegado desde la izquierda, tener un reflejo en otros países y desestabilizar la placidez ideológica que se vive?

La prensa se ha apresurado a calificar a Sahra Wagenknecht de rojiparda, Sarah la roja, neocomunista, e incluso líder anti inmigración o anti vacunas, tratando de invalidar propuestas políticas que dejó claras en un libro recién traducido: Los engreídos. Mi contraprograma en favor del civismo y la cohesión social (Lola Books, 2024) y que ha ido aclarando en entrevistas recientes en las que se distancia de forma clara de la izquierda actual, a la que llama “izquierda del estilo de vida” ya que “para este tipo de personas lo más importante en la izquierda ya no son los problemas de índole social y político económica, sino cuestiones que tiene que ver con el estilo de vida, los hábitos de consumo y un sistema de puntos para calificar la moral de esto”.

La historia de Wagenknecht es particular. De madre alemana y padre iraní, Wagenknecht nació en 1969 en Jena, en la extinta RDA. En honor a su progenitor, cambió la grafía alemana Sarah por la persa Sahra. Doctora en Ciencias Económicas, desde su juventud militó en formaciones de izquierda. Formó parte de la dirección de Die Linke, partido del que llegó a ser vicepresidenta, y parlamentaria europea entre 2004 y 2009. En 2023 se produjo la ruptura definitiva entre el Partido de la Izquierda y Wagenknecht. La Ejecutiva le pidió que renunciara a su escaño en el Bundestag con efecto inmediato y lo hizo, pero para fundar su propia formación. Se llevó consigo a nueve miembros y Die Linke se quedó sin grupo parlamentario. Con BSW ha tomado las riendas de sus propias propuestas, quizás sí que ha resultado un poco personalista, pero tal vez ha sido la forma más rápida de llegar a todos aquellos que ya la conocían.

A día de hoy, el proyecto sigue en marcha, y tras Turingia y Sajonia, ha ampliado la estructura organizativa del BSW a Brandemburgo, Berlín, Sarre, Renania del Norte-Westfalia y Sajonia-Anhalt y próximamente lo hará en Bremen y Baja Sajonia. Según Der Spiegel los nuevos afiliados dicen que lo hacen por la posición del partido sobre la guerra y la paz, ni una palabra sobre la inmigración.

Los movimientos siguen y ya en el Parlamento europeo, eurodiputados checos y eslovenos de izquierda se han unido a los alemanes de BSW para coordinarse.

Para dejar claro el punto de partida, diré que el partido de Sahra es de izquierda en lo relativo a la política social y económica, con una firme crítica al capitalismo, una demanda de aumento de las pensiones y sueldos defendiendo mayor justicia en la redistribución de los ingresos para beneficiar a los que menos tienen, así como impuestos más altos a los ricos, mientras que podríamos calificar como más conservadora -si lo leemos desde la perspectiva actual, no de la izquierda materialista tradicional- en asuntos tocantes a la inmigración, la familia, los temas identitarios o el concepto nacional del Estado. Temas todos que, según ella, tal como son tratados desde “la izquierda como estilo de vida” desvían la atención de las prioridades sociales, preocupados por el clima y posicionados a favor de la emancipación y de las minorías sexuales. Entre sus convicciones encontramos la crítica a la autonomía y la autorrealización frente a la tradición y la colectividad; señala y critica que “valores tradicionales como el rendimiento, la diligencia y el esfuerzo son rechazados por no ser cool”.

En política internacional, y con los dos conflictos bélicos que existen esos momentos en el mundo cada vez más en auge, ha tenido un claro posicionamiento en contra de mantener el apoyo militar a Ucrania, proponiendo distanciarse de la OTAN y llegar a una solución diplomática, así como desarrolla una crítica a la ocupación militar de Israel en Gaza. Lo primero le ha valido que la acusen desde la posmo izquierda de ser pro Putin (olvidando que la izquierda tradicionalmente era anti militarista y contraria a la OTAN) y lo segundo, no perdamos de vista que es alemana, le ha supuesto la acusación de antisemita.

La realidad es que Wagenknecht critica el modelo de inmigración libre y la política de fronteras abiertas manejado por las ONGs, y por la mayoría de gobiernos europeos, porque considera que desarraiga a los pueblos generando dumping salarial (o sea, competencia desleal entre trabajadores) y acaba provocando una guerra entre los pobres, por no hablar de que el modelo actual consigue vaciar de trabajadores válidos a esos países de los que procede la mayoría de la inmigración.

Wagenknecht defiende un control de la inmigración en función de las necesidades de cada país, posición que le ha hecho ganarse la etiqueta de “contraria a la inmigración” y de compartir posturas xenófobas con la ultraderecha. Sin embargo, la realidad es que hace una crítica al modelo de inmigración libre y la política de fronteras abiertas manejado por las ONGs actualmente, y por la mayoría de gobiernos europeos, porque considera que desarraiga a los pueblos generando dumping salarial (o sea, competencia desleal entre trabajadores) y acaba provocando una guerra entre los pobres, por no hablar de que el modelo actual consigue vaciar de trabajadores válidos a esos países de los que procede la mayoría de la inmigración. Para Wagenknecht la solución pasa por llevar a cabo un gran plan de formación de profesionales y técnicos especializados por parte de los países europeos a esos países, y favorecer la cooperación y el desarrollo de los países empobrecidos para que no tengan que emigrar sus ciudadanos. De este modo se mejoraría la situación económica y social y dejaríamos de continuar con el saqueo colonial al que está acostumbrada Europa.

Cabe preguntarse, llegados a este punto, si es viable el surgimiento en España de una formación de izquierda con un ideario y planteamientos semejantes, en un momento en el que parece que la izquierda de nuestro país está más pendiente de seguir los dictados que dan votos que de resolver problemas reales. En el europarlamento, por ejemplo, el segundo y tercer eurodiputado de Sumar se integran en el grupo de Los Verdes, con claras posiciones belicistas. Grupo, además, sobre el que se centran la mayoría de las críticas por parte del BSW. Quizás por eso no han tardado en aparecer críticas desde la izquierda española mainstream. “No es izquierda, punto”, aseguraba hace unos días Miguel Urbán, como también lo aseguró Isa Serra, olvidándose quizás de los principios de la izquierda y pensando más en la izquierda finlandesa o sueca, defensora a ultranza de la OTAN. Y en Canal Red, Pablo Iglesias describió el fenómeno de Sahra Wagenknecht como “deriva de la izquierda hacia un lugar un tanto oscuro”. Tanto desde Podemos como desde Sumar consideran que BSW defiende valores de ultraderecha como la “criminalización de los inmigrantes”, calificando sus propuestas de “racistas”, pese a ser conscientes de que su irrupción en Alemania se debe a la incapacidad de la izquierda de ofrecer soluciones a problemas reales. Mientras, Wagenknecht, sin perder su hoja de ruta, y firme en el pacifismo, asegura que el BSW sólo se uniría a coaliciones con partidos que, como el suyo, exigieran el cese de la venta de armas y la retirada de los misiles estadounidenses de largo alcance y de las armas atómicas de Alemania. Demanda que sus votantes valoran.

En el tema de la inmigración en España, cuyo enfoque a nadie se le escapa que ha empezado a cambiar en las últimas semanas, nuestros sindicatos también abordan la idoneidad de modificar la políticas migratorias actuales, algo que también ha apuntado Sánchez recientemente. Estos cambios de tendencia, quizás no sean consecuencia única de la aparición de Wagenknecht, pero está claro que no pueden aplazarse, porque de lo contrario evidenciarán las carencias de la izquierda europea con un tema tan importante.

Pero no hace falta detenerse en elucubraciones de cuál es el plan del BSW, como he dicho, está explicado en Los engreídos. En el ensayo se denuncian las causas del alejamiento de las clases populares de la política en general y de la izquierda cool, que también se mueve en nuestro país, un desencanto del que la ultraderecha ha sacado rédito electoral. “La izquierda-del-estilo de vida no solamente no quiere mejorar las condiciones materiales de los trabajadores y de otros desfavorecidos, sino más bien quiere explicarles cuáles serían sus verdaderos intereses y al mismo tiempo, exorcizarlos de su provincialismo, su resentimiento y sus prejuicios”, explica.

Para Wagenknecht el problema nace del liberalismo de izquierdas, concepto acuñado para referirse a la política defendida por partidos pertenecientes a la izquierda posmoderna que no conectan ni con sus intereses ni con sus valores, al ser estos “más adecuados para una reinterpretación progresista del capitalismo globalizado”.

Para ella el problema nace del liberalismo de izquierdas, concepto acuñado por Wagenknecht para referirse a la política defendida por estos partidos pertenecientes a la izquierda posmoderna que no conectan ni con sus intereses ni con sus valores, al ser estos “más adecuados para una reinterpretación progresista del capitalismo globalizado”. Es decir, el pensamiento liberal contemporáneo ha prendido con fuerza en la izquierda y ha desviado de sus preocupaciones temas antes considerados vitales, al tiempo que ha consolidado la desigualdad social. “En la clase media académica de las grandes ciudades nos encontramos con un entorno liberal de izquierda que tiende a ver sus propios privilegios y hábitos de consumo como virtudes morales. La gente compra en tiendas naturistas, valora el lenguaje políticamente correcto, está comprometida con la protección del clima, los refugiados y la diversidad y mira con arrogancia a las personas que nunca han podido ir a la universidad, viven en entornos de ciudades pequeñas o rurales y tienen que luchar mucho más duro para mantener la poca riqueza que tienen. En realidad, ese liberalismo de izquierda no es ni de izquierda ni liberal, ya que consolida la desigualdad social y promueve una intolerante cultura de la cancelación”, aseguraba en la mencionada entrevista.

También podemos ponerle peros a sus tesis, ya que falta énfasis en las luchas obreras activas dirigidas contra un sistema económicamente monopolista y poco énfasis en la importancia del Estado. Tampoco podemos olvidar que su partido se mueve bajo el personalismo de las siglas de su nombre, y aún no ha realizado un primer congreso para adoptar su programa de forma consensuada.

¿Qué puede pasar en España? En nuestro país va a ser complicado cambiar mentalidades. La izquierda oficial lleva demasiado tiempo educando a sus bases para que comulguen con ruedas de molino en aras de políticas cada vez más neoliberales, insistiendo en que cualquier cuestionamiento a la política de control migratorio es racista o, peor, de extrema derecha, que es mejor vivir en la ciudad que en el campo o que cualquier cuestionamiento de las proclamas identitarias o sobre el movimiento LGTBI es homofobia. Sin embargo, diría, no por complicada es menos necesaria esa revisión.

El último libro de Carmen Domingo ha sido #Cancelado: El nuevo Macartismo (RBA, 2023).

Archivado En