Vergüenza intolerable en el Metropolitano

El Atlético da un pésimo ejemplo al relativizar los graves incidentes provocados por aficionados ultras en el derbi

Seguidores del Atlético de Madrid increpan a los jugadores desde las gradas durante la suspensión del partido, este domingo en el estadio Metropolitano.Ana Beltran (REUTERS)

Las actuaciones de los hinchas radicales en los estadios de fútbol españoles han dejado lamentablemente durante años demasiadas imágenes ignominiosas. A ellas se va a sumar la de los jugadores de un club del prestigio del Atlético de Madrid aplaudiendo al final del derbi del domingo al fondo sur del Metropolitano, donde se ubican los ultras del Frente Atlético. Esos mismos ultras, muchos encapuchados, habían lanzado durante el partido una lluvia de objetos contra el portero del Real Madrid, Thibaut Courtois, por celebrar el primer tanto de su equipo. El árbitro tuvo que suspender el juego y mandar a los dos equipos a los vestuarios casi 20 minutos. El entrenador rojiblanco, Diego Pablo Simeone, y dos de los capitanes —Koke y Giménez— intentaron negociar con los ultras para que cesase el lanzamiento de objetos: otra imagen para el bochorno del club.

Los clubes de fútbol no deben abrir ningún resquicio al extremismo de sus aficiones, y las actuaciones del club colchonero y sus máximos directivos para poner coto a los desmanes del Frente Atlético dejan mucho que desear. El domingo quedó de nuevo en evidencia. No se puede contemporizar de ninguna manera con los ultras, algo que sí entiende la inmensa mayoría de los más de 70.000 espectadores que acudieron al Metropolitano y que reprobó a los violentos con silbidos. Si tras el partido Simeone achacó parte de lo ocurrido a las “provocaciones de Courtois” —exjugador atlético— por festejar un gol; si Koke, un símbolo para su afición, responde que no es quién para decir si el club debe expulsar a los ultras, los radicales solo se van a sentir ratificados. Que haya tenido que ocurrir algo tan lamentable para que el Atlético decida ahora que prohibirá acudir encapuchado a las gradas del Metropolitano solo añade un grado más al bochorno.

Es responsabilidad del presidente rojiblanco, Enrique Cerezo, poner punto final a una equivocada política de apaciguamiento. El Real Madrid y el Barcelona tardaron años en cerrarles las puertas a sus extremistas, pero finalmente lo hicieron con medidas tan obvias como diseminarlos por el estadio. Si se quiere, se puede, y el Atlético claramente no quiere. Cerezo aseguró horas antes del derbi, cuando estaba en marcha en las redes una campaña para insultar impunemente en el estadio al delantero madridista Vinicius, que “todas las aficiones tienen sus grupos que mueven este tipo de temas”. Esos son los paños calientes que terminan derivando en graves sucesos como los del domingo.

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El Atlético se expone a diversas sanciones de la federación. Hay que pedir que sean lo más ejemplarizantes posible. Ello y, sobre todo, un cambio de actitud de dirigentes, entrenador y jugadores rojiblancos para dejar claro que se acabó cualquier tolerancia servirán para recalcar que en los estadios no hay lugar ni para poner en riesgo la seguridad ni para incitar al odio. Saldrá ganando el Atlético y saldrá ganando todo el fútbol español.


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