Maduro y la retórica del enemigo exterior

El régimen chavista utiliza la coartada de la amenaza extranjera como respuesta a la presión internacional para que muestre las actas electorales

Maduro, durante una manifestación de apoyo a su régimen en agosto.Pedro Rances Mattey (Anadolu/Getty Images)

El Gobierno de Nicolás Maduro anunció el sábado la detención de dos ciudadanos españoles a los que acusa de participar en un descabellado complot para asesinar a una alcaldesa. En una farragosa comparecencia, el ministro del Interior, Diosdado Cabello, exponente de la línea más dura del chavismo, vinculó a los detenidos al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) e involucró a la Administración de Joe Biden en la presunta operación. El Ejecutivo español ha desmentido cualquier relación con el CNI.

En cualquier caso, el relato de la investigación presentado por Cabello, confuso y lleno de lagunas, pretendía denunciar un intento de “golpe de Estado” en pleno conflicto con la oposición y agitar el espantajo del enemigo exterior. Los detenidos, según la versión del chavismo, fueron interceptados mientras tomaban fotografías en las cercanías del aeropuerto de Puerto Ayacucho, en la región amazónica. Son vecinos de Bilbao y sus familias, que habían denunciado su desaparición, aseguran que viajaron a Venezuela por turismo. La prioridad es ahora conocer su situación, dónde se encuentran y el trato que están recibiendo. Las acusaciones del Gobierno de Maduro son extremadamente graves —incluyen el cargo de introducir armas en el país—, pero las autoridades no han ofrecido ninguna prueba y se han limitado a propagar sospechas e insinuaciones.

La estrategia utilizada para tapar las crisis internas no es nueva. En los momentos de zozobra política, los ataques del chavismo siempre se centran en la oposición y en la comunidad internacional. A eso se suma que la última semana empezó con la aprobación en el Congreso de los Diputados de una proposición impulsada por el PP para instar al Gobierno a reconocer como presidente electo al candidato de la oposición, Edmundo González Urrutia, asilado en España. Y terminó con la decisión de Caracas de llamar a consultas a su embajadora en Madrid por unas declaraciones de la ministra de Defensa, Margarita Robles, que se refirió a Venezuela como “dictadura”.

La retórica de la amenaza extranjera marca la política venezolana desde los tiempos de Hugo Chávez, aunque en los últimos años Nicolás Maduro se ha aferrado a ella cada vez que se siente amenazado. Las tensiones recientes le han servido para reavivar un discurso antiimperialista que responsabiliza a EE UU, la Unión Europea y a la mayoría de los países de la región de todos los males de Venezuela.

Todos ellos reclaman al chavismo que muestre las actas electorales para probar su pretendida victoria. El propio Pedro Sánchez volvió a recordarlo ayer al destacar su compromiso con “la democracia en todos los lugares del mundo, también en Venezuela”. Tanto España como la UE defienden una salida democrática y pacífica al conflicto. Por eso es urgente que Maduro rebaje la tensión, respete el derecho internacional, aclare lo sucedido con la detención de los dos ciudadanos españoles y se avenga a dialogar.

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