Vayámonos ya todos de X, que es un antro

Si el alcalde de Barcelona deja la red social porque supone una “amenaza para la democracia”, también debería eliminar todas las cuentas institucionales

Elon Musk, en una imagen de archivo del pasado mes de mayo, en California.Apu Gomes (Getty Images)

Los periodistas nos hemos acostumbrado a casi todo. Incluso a que, ante cualquier emergencia, el teléfono oficial de prensa responda: “Mira Twitter (X)”. Hace tanto que pasa, que la indignación de los primeros años se esfumó hace tiempo. Ahora Incluso nos hemos adaptado: para qué levantar un teléfono si con conectarse a la red social de Elon Musk basta.

Lograda la simbiosis, lo que no se acaba de entender es para qué continúan existiendo los teléfonos fijos de los gabinetes de prensa. Antes (¡alerta, nostalgia!) se interactuaba con las personas que respondían a las llamadas. Se repreguntaba e incluso se podía mantener una conversación y contrastar el argumentario enlatado que elaboran las instituciones públicas para evitar dar explicaciones. Ahora llamar es una cuestión de pundonor: ojo, que somos periodistas.

X ofrece una forma sencillísima de dirigirse a los medios de comunicación (la mitad de X son periodistas, como poco) y al mundo en general. Incluso el gabinete de prensa de los Mossos d’Esquadra hace tiempo que adoptó la política de correr a tuitear cualquier operación policial en directo: son los primeros en contarlo (no hay mérito alguno en ello), arrebatan la primicia a cualquier periodista y logran la felicidad de miles de retuits e impresiones que incluso miden y difunden internamente. Apártense, medios de comunicación, dejen paso.

El problema es que las instituciones practican esos atajos para llegar al público final en un lodazal, equiparable a dar una rueda de prensa en un tugurio de mala muerte. Al final, si todo dios se congrega en él, aunque tenga el suelo pringoso, la cocina sucia, carezca de salida de emergencias y sirvan alcohol de garrafón, pues quizá es que tampoco está tan mal. O quizá sí es tan terrible, pero no voy a ser yo la única persona que se pierda lo que ahí se cuece. ¡Que va hasta el presidente del Gobierno! ¡Y la Rosalía!

Pero el sábado, el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, dijo que él ya no pensaba acudir más al antro de X. Que se había convertido en un lugar de “odio, intolerancia y mentiras”. Lo definió como un “pozo de fake news, falsedades e intransigencia”. “Una amenaza para la democracia”, afirmó, en un contexto de “degradación” que ha “agravado” su nuevo propietario, Elon Musk, al que no se atrevió a citar directamente.

Si el alcalde de Barcelona se cree todos los motivos que esgrimió para abandonar X, no tienen ningún sentido que mantenga en la red social los perfiles institucionales del Ayuntamiento de Barcelona, de la Guardia Urbana, de los Bomberos de Barcelona, del PSC local… que legitiman su existencia. Si no es bueno para el alcalde, porque supone “una amenaza para la democracia”, no puede ser tampoco bueno para la estrategia digital del Consistorio que gobierna.

El otro día mi colega Carmela Ríos defendió en esta columna que los periodistas tenemos que seguir en X para “observar y contar” lo que ahí ocurre, los ciudadanos, para “comprender la dimensión del peligro que las redes desbocadas suponen para sus vidas”, las instituciones para “proteger la convivencia en nuestras sociedades”. La red social X como ágora pública, en la que detectar tendencias, debatir y confrontar ideas. Como el que se suma al Telegram de Alvise (¡culpable!) con la esperanza de entender algo, mientras engrosa el canal.

A riesgo de estar equivocada (Carmela sabe mucho más), X es una red de la que huir si no se imponen unas normas mínimas de circulación. Entre sus moradores hay multitud de personas interesantes, la mayoría con las maletas hechas. No se van porque la NASA no se va. Porque Stephen King no se va. ¡Porque Rihanna no se va! Pero también porque tú no te vas. Y el dueño del bar sigue contento, sirviendo raciones caducadas a precios desorbitados (tu vida), sabiendo que cada día volvemos a por más.

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