Ante la duda, cállate
La logopeda Inés Rodríguez enseña cómo tratar a los discapacitados. Sus consejos pueden aplicarse a todos los ámbitos
Sí, ya lo sé, es duro admitirlo, y más en España, y ya no digamos en Madrid, donde “a las ocho de la tarde, o das una conferencia o te la dan”, según la frase célebre del escritor, filósofo y crítico de arte Eugenio d’Ors (1881-1954). El caso es que no hay más que darse un garbeo por las redes sociales, o incluso por el barrio, para percatarse de que Inés Rodríguez tiene toda la razón del mundo cuando dice: “Ante la duda, es mejor que te calles. Hablar está muy sobrevalorado y tu opinión casi nunca es necesaria”.
¿Que quién es Inés Rodríguez? ¿Que dónde ha dicho eso? ¿Con qué autoridad? Vayamos por partes.
Inés Rodríguez es una logopeda tinerfeña de 24 años, deportista y propietaria de una cuenta de TikTok con más de 169.000 seguidores en la que relata, con mucha gracia y mucho desparpajo, cómo es su vida. El pasado lunes, el Gran Wyoming anunció que Rodríguez, a la que ya había entrevistado en su programa la temporada anterior, tendrá a partir de ahora un microespacio en El Intermedio y, para darlo a conocer, La Sexta colgó en la red social X (la antigua Twitter) un vídeo de dos minutos y 30 segundos con la primera entrega de lo que será El diario de Inés. Si no lo han visto, se lo recomiendo mucho.
Empieza así: “Hola, qué tal, buenas noches, soy Inés y tengo discapacidad. Y con la potestad que me da esto vengo aquí a explicarte cosas que no deberías hacer cuando te diriges a una persona con discapacidad”. El primer error, según Rodríguez, es tratarlos como héroes. “Yo heroína de momento no soy. Que me digas que soy una campeona, o que soy una reina, o que soy una valiente…, pues sí, lo soy, pero por aguantar la precariedad laboral, la sociedad patriarcal en la que vivimos, el precio del alquiler; por eso sí que soy una heroína”.
El segundo error, dar consejos médicos. “Que me pares por la calle para decirme que tu compañera de trabajo Pili tiene una sobrina a la que le falta un pie y que le vienen muy bien unas yerbas, pues me está dando un poco igual. Si yo quisiera opiniones médicas iría al sitio oportuno”. Ya les advertí que Inés tiene carácter, y en el vídeo llama la atención su facilidad para mezclar las cargas de profundidad con un humor de color azul oscuro casi negro. El tercer error lo explica así: “A veces voy sola a los sitios, y que me preguntes ay, bonita con quién vas… ¡Pues con el espíritu santo voy…, yo qué sé! No voy con nadie, déjame vivir, por favor”.
Se queja también (el cuarto fallo más común) de que el personal se crea con derecho a echar una mano sin preguntar siquiera: “Yo sé que a veces parece que me voy a caer todo el rato o que ando borracha por ahí. Puede parecer que necesito ayuda, pero antes de dármela sería mejor que me preguntarás si la quiero. Porque puede ser que la quiera, pero puede ser que no, y no es no, a ver si nos queda claro en todos los ámbitos posibles”.
El quinto y último capítulo es definitivo: “No, no somos un club todos los cojos del mundo, no nos conocemos todos, no tenemos un grupo de WhatsApp para contar nuestras movidas, no conozco a tu sobrina Maribel, que le falta un pie. Ojalá la conociera, porque será una tía chulísima, pero no la conozco”.
Les aseguro que, transcritas aquí, sin su tono, sin sus gestos, sus palabras pierden mucho, y por eso vuelvo a recomendarles que vean el vídeo. No hace falta más que darse una vuelta por las redes sociales para saber que Inés Rodríguez tiene mucha razón. Su mirada nos desnuda porque no solo refleja nuestro comportamiento hacia quienes consideramos distintos, sino en general. La opinión no pedida, el consejo gratuito, la lección sin fundamento. Sobran palabras, falta silencio.