Amaia y punto

Volver siempre es un desastre, salvo que se tenga el coraje de hacerlo

Amaia Montero, en su reaparición en el concierto de Karol G en el Bernabéu (Madrid) el domingo 21 de julio de 2024. Foto cedida por Live NationJAIME MASSIEU

Dos pesadillas recurrentes: vuelvo a jugar al tenis y vuelvo a estar en un examen. Resumido todo ello en la pesadilla central: volver. Volver siempre es un desastre, a donde sea, volver es dar marcha atrás. En el sueño no llego nunca a las bolas; no solo no ajusto el golpe, sino que el brazo lo muevo de manera antinatural (como cuando escribo); en los exámenes no queda tiempo y no queda aire: respiro con dificultad y tengo el folio en blanco cuando la profesora anuncia que quedan dos minutos. Son actividades, jugar y estudiar, interrumpidas dramáticamente a los 20 años que sigo agitando en sue...

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Dos pesadillas recurrentes: vuelvo a jugar al tenis y vuelvo a estar en un examen. Resumido todo ello en la pesadilla central: volver. Volver siempre es un desastre, a donde sea, volver es dar marcha atrás. En el sueño no llego nunca a las bolas; no solo no ajusto el golpe, sino que el brazo lo muevo de manera antinatural (como cuando escribo); en los exámenes no queda tiempo y no queda aire: respiro con dificultad y tengo el folio en blanco cuando la profesora anuncia que quedan dos minutos. Son actividades, jugar y estudiar, interrumpidas dramáticamente a los 20 años que sigo agitando en sueños como un miembro fantasma. Son, por lo demás, actividades de la gente común: para una hay que tener una raqueta y para otra una cierta voluntad. Pero Amaia Montero, reina del pop, ha estado dos años sin salir a un escenario a cantar, un oficio en el que se mejora, como en todos, repitiéndolo. Le pregunté a Alejo Stivel, cantante de Tequila, si no cantaba en sus años de parón en el escenario. Podría hacerlo, dijo, pero no tengo a miles de personas delante: no valdría de nada. Amaia Montero salió al Santiago Bernabéu, delante de 60.000 personas, y cantó Rosas, y la cantó bien en los tramos que la dejaron, porque no hubo un alma en ese estadio que no se arrancase las cuerdas vocales con ella. Entonces descubrió que podría ser invitada a cualquier concierto, o incluso interrumpirlo, que daría igual: ella es nuestra, del pueblo, nos pertenece y le pertenecemos. Entonces supo haber atravesado algo indecible, y además literalmente, de ahí los eufemismos sobre su estado y su parón, y tuvo el arrojo de salir a un estadio repleto de gente que no la esperaba y meterla en el bolsillo como el primer día. Eso no solo es talento: eso es fuerza. Se consigue porque una persona en la cumbre, Karol G, se acuerda de ti, y porque el día menos pensado se revela el secreto del viaje: volver no es un desastre si se tiene el coraje de hacerlo; volver, muchas veces, es avanzar.

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