El Orgullo reclama dignidad
El colectivo LGTBI afirma sus derechos frente al riesgo de involución que suponen los pactos del PP con Vox
La celebración del Día Internacional del Orgullo LGTBI está empañada este año por la amenaza de una involución en los derechos conquistados en las últimas décadas. Esa amenaza se materializa en el aumento de la representación de la extrema derecha en las elecciones celebradas en diversos países europeos y el reforzamiento del integrismo religioso en muchos otros países con regímenes autoritarios o con democracias poco asentadas. Y eso ocur...
La celebración del Día Internacional del Orgullo LGTBI está empañada este año por la amenaza de una involución en los derechos conquistados en las últimas décadas. Esa amenaza se materializa en el aumento de la representación de la extrema derecha en las elecciones celebradas en diversos países europeos y el reforzamiento del integrismo religioso en muchos otros países con regímenes autoritarios o con democracias poco asentadas. Y eso ocurre cuando un tercio de los países del mundo todavía tienen leyes que criminalizan al colectivo LGTBI. La situación es especialmente grave en África, donde la homosexualidad está prohibida en 32 de los 54 países del continente.
España se ha situado entre los países más avanzados en el reconocimiento de los derechos civiles del colectivo LGTBI, con una legislación plenamente alineada con los altos índices de aceptación de la diversidad que, encuesta tras encuesta, muestra la sociedad española. Pero el riesgo de involución ha cobrado de repente carta de naturaleza en los pactos que PP y Vox han sellado para conformar gobiernos en ayuntamientos y autonomías, con un programa claramente condicionado por la extrema derecha.
Lo más grave de la actual coyuntura es la asunción por parte del PP de la agenda extremista de Vox y su incapacidad para desmarcarse de quienes practican un discurso del odio. El primer gesto ha sido imponer la retirada de la bandera del arcoíris de numerosos ayuntamientos y edificios públicos. El PP ha tratado de minimizar este gesto con el argumento de que lo que importa son las políticas y no las banderas, pero es un argumento falaz porque el despliegue de esa bandera tiene un alto valor simbólico: representa la voluntad de respeto por las demandas del colectivo y el reconocimiento de sus derechos.
Estamos asistiendo a una evidente dicotomía entre las declaraciones políticas y las decisiones, entre el relato y los hechos. No es congruente hacer un alegato contra la homofobia como hace el PP para tratar de proteger su imagen mientras pacta con un partido como Vox que presenta la diversidad de opciones como algo indeseable y perseguible. Nunca se hace lo suficiente para prevenir el discurso del odio porque crea un caldo de cultivo cultural propicio a convertir los sentimientos de animadversión en acciones. No es casualidad que junto al ascenso de la extrema derecha en todo el mundo se observe mayor hostilidad hacia los homosexuales y haya más denuncias por agresiones homófobas.
Dentro de los derechos y libertades conquistadas, el matrimonio homosexual es un hito irrenunciable. Solo está reconocido en 35 países del mundo, y 20 de ellos son europeos. En España está en vigor desde 2005 y ha sido el principal instrumento de normalización e integración de la diferencia. Ni las uniones civiles que defiende Vox ni ningún otro sucedáneo pueden sustituir el matrimonio igualitario. Todo lo que no sea la equiparación total al matrimonio heterosexual es una discriminación. Lo mismo cabe decir de la ley trans, que permite la libre autodeterminación de género sin necesidad de informes o tratamientos médicos. Reconocer los derechos de una minoría en nada perjudica a los de la mayoría. Reconocer la libertad de un colectivo no merma la libertad de los demás. El día del Orgullo es este año, más que nunca, el día de la dignidad LGTBI.