Opinión

Sin paciencia y sin respeto

La derecha tiene tan claro que va a ganar que los más osados advierten de que entrarán a saco para hacer lo que critican

Alberto Núñez Feijóo conversa con Santiago Abascal el Día de la Fiesta Nacional, en octubre de 2022.Rodrigo Jiménez (EFE)

Núñez Feijóo va a ganar las elecciones. La derecha no tiene dudas, y una parte de la izquierda —¿la izquierdita cobarde?—, tampoco. Así que para qué esperar al trámite engorroso del 23 de julio, una pérdida inútil de tiempo y dinero. Los más osados, que no siempre son los más despiertos, ya dan muestras de impaciencia por ocupar las carteras, los despachos, las canonjías —que es una palabra muy bonita que ya apenas se usa— y, sobre todo, los micrófonos. El otro día, Xabier Fortes, en cuyo perfil de Twitter ya avisa —...

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Núñez Feijóo va a ganar las elecciones. La derecha no tiene dudas, y una parte de la izquierda —¿la izquierdita cobarde?—, tampoco. Así que para qué esperar al trámite engorroso del 23 de julio, una pérdida inútil de tiempo y dinero. Los más osados, que no siempre son los más despiertos, ya dan muestras de impaciencia por ocupar las carteras, los despachos, las canonjías —que es una palabra muy bonita que ya apenas se usa— y, sobre todo, los micrófonos. El otro día, Xabier Fortes, en cuyo perfil de Twitter ya avisa —”nunca desaprovecho un buen charco”—, se metió en uno que armó cierto revuelo. El periodista publicó un tuit en el que recogía un artículo de opinión del diario digital El Debate, que edita la Asociación Católica de Propagandistas, que se titulaba: “A Fortes le quedan tres telediarios”.

El autor, Eduardo de Rivas, empezaba disculpándose por haber visto el programa que Fortes conduce cada noche —”no soy de los que consumen tertulias en su tiempo libre, pero me tragué el programa de Xabier Fortes en Canal 24 Horas. Contra mi voluntad, claro”— y a continuación se hacía un autorretrato: “Conforme pasaban los minutos me iba poniendo malo escuchando palabras salteadas en catalán, valenciano y gallego... Pero peor era la cantinela de los cuatro tertulianos de izquierdas”. Al principio del tercer párrafo, el columnista anunciaba: “Por suerte, todo esto acabará pronto. El 23-J, los españoles tienen la oportunidad de poner fin a la autocracia de Sánchez y al control que ejerce sobre los medios públicos. También de dejar de verle el pelo al periodista”. Aunque Fortes se lo tomó a chacota, el asunto tiene su miga.

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Hay un clima de revancha sin complejos, de quítate tú que me pongo yo, de reconquista, de expulsión de los infieles, porque, para qué nos vamos a engañar, a fin de cuentas, España, la patria, la bandera, esa emoción que te eriza la piel, no es de izquierdas, cómo va a ser de izquierdas, ni siquiera de centroizquierda. Es de derechas, de esa derecha tan moderada que ayer se repartió el Gobierno de Valencia con Vox y que, como explica muy gráficamente el artículo de El Debate, critica el control político de RTVE al tiempo que advierte: en cuanto llegue el nuevo Gobierno, se cargarán a los que están ahora para poner a los suyos.

Es la misma coherencia que saca a pasear González Pons, uno de los hombres de confianza de Núñez Feijóo, en un tuit en el que afea unas declaraciones de la vicepresidenta Nadia Calviño a la CNN: “Calviño hablando mal en el extranjero del próximo Gobierno de España. Apuntadlo para cuando pida apoyo para continuar su carrera personal por el mundo. Quien fuera habla mal de la mitad de los suyos no merece representarnos a todos en ningún organismo exterior”. O sea, está mal criticar fuera de España al Gobierno que puede venir, pero no pasa nada cuando el PP lo ha hecho durante los últimos años con el Gobierno de Pedro Sánchez. Casi siempre, por cierto, con un ridículo espantoso, porque la presidenta Ursula von der Leyen, de la misma familia política que el PP, opinaba lo contrario que Núñez Feijóo.

Volviendo al quítate tú que me pongo yo y al reparto de las canonjías —”empleos de poco trabajo y bastante provecho”— llama la atención la tibieza, cuando no la oposición abierta, de algunos prebostes antiguos y actuales del PSOE a la hora de apoyar a su partido en unas elecciones tan cruciales. Da la impresión de que el desplante de Emiliano García-Page y de Javier Lambán o el desapego a la causa socialista de Alfonso Guerra —”aquel trueno vestido de nazareno…”, como escribió su admirado poeta— obedecen más a una crisis de vanidad que de fe. ¿O es que la vieja guardia socialista ya ha bajado los brazos?

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