Comunidad Valenciana: un vuelco con vistas a La Moncloa

El PP vuelve a la Generalitat con la bandera de bajar impuestos sin siquiera haber admitido los hechos por los que perdió el poder, y tendrá que beber el amargo cáliz de pactar con Vox

El presidente del PPCV, Carlos Mazón besa este domingo a la candidata a la alcaldía de Valencia, Maria José Catalá, a su llegada a la sede del partido en Valencia.Kai FORSTERLING (EFE)

La portentosa movilización de la derecha ha dado un vuelco en las urnas a la Comunidad Valenciana. Se han cumplido los peores pronósticos para la izquierda, que condicionaban un tercer gobierno del Botànic a que Unidas Podemos superase la barrera electoral del 5%. Sin esta formación y con Compromís en recesión, al PSOE no le sirve de nada incrementar sus diputados. El PP, si bien necesitará la concurrencia de Vox, podrá volv...

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La portentosa movilización de la derecha ha dado un vuelco en las urnas a la Comunidad Valenciana. Se han cumplido los peores pronósticos para la izquierda, que condicionaban un tercer gobierno del Botànic a que Unidas Podemos superase la barrera electoral del 5%. Sin esta formación y con Compromís en recesión, al PSOE no le sirve de nada incrementar sus diputados. El PP, si bien necesitará la concurrencia de Vox, podrá volver al Palau de la Generalitat ocho años después de que las urnas lo apearan del Consell agusanado por los escándalos de corrupción con 149 condenados y aún inmerso en varias causas judiciales. El naufragio de Ciudadanos y la reabsorción de la mayoría de sus votos es la clave de la recuperación de la hegemonía. La Comunidad Valenciana era plaza clave que el PP debía conquistar para poder alcanzar el Gobierno de España el próximo invierno, y el veredicto de las urnas acaba de tender un puente a Alberto Núñez Feijóo hacia La Moncloa.

De mucho han servido también al PP la madrileñización de la campaña (con Bildu como munición) y el planteamiento de unas elecciones autonómicas como un plebiscito nacional, a lo que se suma el desgaste del tripartito (PSOE, Compromís, Unidas Podemos) tras dos legislaturas, los efectos de la inflación y el rechazo al decreto del Gobierno de reducción del trasvase Tajo-Segura. Y por el contrario, de nada han servido en las urnas a la izquierda los considerables logros de su gestión, como el aumento del empleo en 430.000 personas respecto a los años de mayoría absoluta del PP, ni los positivos datos económicos alcanzados durante las dos legislaturas, pese a la infrafinanciación y las adversidades sanitarias y bélicas. Ni siquiera la atracción de inversiones, como el acuerdo con Volkswagen para instalar en Sagunto su gigafactoría de baterías de coches eléctricos o los esfuerzos para que Ford radique en su fábrica de Almussafes sus nuevos modelos electrificados.

Sin Unidas Podemos, socialistas y Compromís pasarán a la oposición y, sobre todo, quedarán a la intemperie de los habituales ajustes de cuentas internos (y sus feroces aperturas en canal) que siempre suscita la pérdida del poder. En la agenda de prioridades del PSOE valenciano los resultados imponen el inicio de un proceso hacia un nuevo liderazgo, algo que no será posible sin abrir la tradicional caja de los truenos que hasta ahora mantenía lacrada el poder. Ximo Puig, como le ocurrió a Joan Lerma en 1995, pierde la presidencia sin una mala gestión a su espalda. También Compromís, sin que Joan Baldoví logre igualar el empuje de Mónica Oltra, puede quedar expuesto a posibles turbulencias por parte de los sectores descontentos y sus previsibles pulsos orgánicos alternativos. Para Unides Podem se abre un horizonte con más incertidumbres que salidas.

Brusco cambio de rumbo

El resultado supone un brusco cambio de rumbo en la Comunidad Valenciana. En las políticas que la han guiado en los últimos ocho años, con su apuesta de moralización de la vida pública, tras la sucesión de casos que, entre otros, mantienen a tres expresidentes de la Generalitat del PP (Eduardo Zaplana, José Luis Olivas y Francisco Camps) en los tribunales, el rescate de servicios públicos y la priorización social de las iniciativas. El PP vuelve al Palau de la calle de Cavallers sin ni siquiera haber admitido los hechos por los que perdió el poder y le imputa la Fiscalía, aunque para ello tendrá que beber el amargo cáliz de pactar con un partido (Vox) cuyo líder ha sido condenado por violencia doméstica. El regreso del PP, al que habrá que añadir los inflexibles imperativos de Vox para la investidura, más allá de la ruptura política, supone también una fractura en la cultura social que ha guiado hasta ahora a la Generalitat.

El PP tiene el foco puesto en una reducción de impuestos por valor de 2.000 millones que, en una comunidad sometida a los rigores de la infrafinanciación, necesariamente comportará ajustes en los servicios públicos, las prestaciones sociales que impulsó el Gobierno del Botànic y las medidas añadidas contra los efectos de la pandemia y la inflación derivados de la guerra de Ucrania. Los resultados ponen a la Comunidad Valenciana en disposición de convertirse en el ariete del PP para embestir las puertas de La Moncloa. Como ocurriera con Zaplana, entre 1995 y 1996, y con Camps, entre 2004 y 2011, frente a un Gobierno central socialista, el PP valenciano podrá recurrir a un escorzo inusualmente autonomista y reivindicativo frente a Madrid, poniendo la Generalitat Valenciana al rojo vivo en aras de la estrategia electoral de Alberto Núñez Feijóo.

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