De los nuevos horarios de cierre, la máquina que no para y la calidad
Los lectores se quejan de los errores en la edición de papel y la redacción cambia la organización para mejorarla
La responsabilidad más cinematografiada del periodismo la tiene en EL PAÍS Ricardo de Querol, subdirector de la edición de papel: a él le corresponde decidir si una noticia debe entrar en el periódico cuando este ya está en impresión. Es la orden tras esta frase legendaria: “¡Paren las máquinas!”. Aunque hoy queda muy lejos aquella imagen de un jefe vociferante que irrumpía en una sala llena de operarios con mono azul, atareados en el manejo de planchas y bobinas de papel junto a una rotativa atronadora. Desde que los av...
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La responsabilidad más cinematografiada del periodismo la tiene en EL PAÍS Ricardo de Querol, subdirector de la edición de papel: a él le corresponde decidir si una noticia debe entrar en el periódico cuando este ya está en impresión. Es la orden tras esta frase legendaria: “¡Paren las máquinas!”. Aunque hoy queda muy lejos aquella imagen de un jefe vociferante que irrumpía en una sala llena de operarios con mono azul, atareados en el manejo de planchas y bobinas de papel junto a una rotativa atronadora. Desde que los avances tecnológicos permiten cambiar páginas en medio del proceso de impresión y que las rotativas ya no están en la sede de EL PAÍS, sino que se contratan a talleres externos, la orden se resuelve en una llamada telefónica.
―Hola, por favor, cambiamos la página 24.
Sin emoción, ni épica. Un mero acto administrativo.
En la actualidad es poco frecuente que haya noticias de impacto nacional en la madrugada. Por otro lado, añade Querol, el periódico de papel es un producto “más reposado y analítico” y, por tanto, la carrera por incluir una noticia precipitada solo se da si esta es muy relevante. “Si no es imprescindible, es mejor trabajarla sin el condicionante del papel y publicarla en la web cuando esté terminada”, agrega.
La última vez en la que ocurrió una de estas situaciones fue la madrugada del 4 de enero, cuando llegó a la redacción la noticia del fallecimiento de Nicolás Redondo. Iván Vila era ese día el responsable del cierre y recuerda que ni siquiera hubo que parar la impresión, porque fue poco después de la medianoche y alcanzó a la edición de Madrid. “Fuimos el único medio que recogió esta noticia en el papel”, puntualiza.
Nueva organización
Pero la muerte de Redondo no habría llegado a los lectores de papel de haber ocurrido 10 días más tarde. Porque, desde el 15 de enero, una nueva organización del trabajo ha adelantado la hora límite para enviar las páginas a imprimir, lo que se denomina internamente “el cierre”. Tras años con la hora fijada a las 22.30 horas, el nuevo tope horario de la primera edición son las 10 de la noche.
El verdadero cambio, aclara Querol, es en la siguiente edición, a la que se llama “alcances” y que hasta ahora afectaba a las ediciones de Valencia, Galicia y Andalucía. Ahora también incluirá la de Cataluña. Este cierre se produce a las 11 de la noche. Media hora más tarde, si hay partido de fútbol. La edición de Madrid, que con la de Cataluña se cerraba a la una de la madrugada, se adelanta también a la medianoche. Y eso afecta, sobre todo, a la Redacción, que debe terminar los textos entre las ocho y media y las nueve de la noche.
¿Quiere decir eso que los lectores de papel se van a perder información? Querol asegura que apenas notarán cambios: “No vamos a descuidar nada importante de la actualidad”. El periódico tiene la capacidad de organizarse para cierres tardíos, como en elecciones; o como anoche, para incluir la final del Benidorm Fest, o en las grandes competiciones de fútbol. “El cierre no es rígido. Si hay una noticia relevante, se retrasa lo que haga falta”, afirma.
Por otro lado, la edición digital del periódico permite trabajar la información, publicarla e incluso actualizarla horas después de finalizar el proceso de producción del papel. Para las últimas noticias, EL PAÍS cuenta con un equipo de siete personas, que está atento por turnos a lo más urgente entre las siete de la mañana y la medianoche, horario peninsular de España. Cuando terminan, hacen un relevo con la Redacción de México. Es una maquinaria que no para. Esto permite, según su responsable, Pilar Álvarez, que no quede ninguna historia sin cubrir, mientras el redactor especializado se pone en marcha.
La información no es, por tanto, el fin de los cambios en la hora del cierre, sino mejorar el control de calidad, explica el subdirector Querol. “La Redacción tiene tendencia a apurar los plazos en la entrega de textos y eso provoca un aluvión en la última media hora”, añade. Por eso, la reorganización implica terminar los textos de forma escalonada. “Cuanto más se apura el cierre, son más frecuentes las erratas y errores”, asegura Querol. “Eso nos molesta mucho”.
Más calidad es justo la exigencia de muchos lectores que escriben a esta defensora. Casi todos los días hay algún fallo en la edición de papel (de la web hablaremos otro día). “En un texto de la sección de Cultura, página entera, se habla de la escritora Dacia Maraini, sobradamente conocida”, escribía esta semana el lector Miguel Bayón. “En el pie de foto y en los sumarios se dice Dacia Naraini. Conclusión: nadie en el periódico lee las páginas terminadas”. Fernando García avisaba de otro error en la primera página del diario del 2 de febrero, en el texto de la apertura, donde se escribió “respectando” en lugar de respetando.
Son solo algunos ejemplos. Y son loables los esfuerzos para procurar mejorar la calidad, pero hace falta más rodaje: dos semanas después de estrenar el nuevo horario, buena parte de los textos llega todavía con el cierre pisando los talones y a esta defensora le consta que hay redactores que no se han enterado de los cambios.
Alcanzar la excelencia es nuestro deber y fallamos a los lectores siempre que no llegamos.
Puedes dirigir tus preguntas y sugerencias a este correo: defensora@elpais.es