Solo personas
Los lectores escriben sobre los prejuicios hacia la homosexualidad, el legado de la lucha antifranquista, el drama de los refugiados y la necesidad de apagar la televisión
Nunca he salido del armario porque no lo he necesitado para refugiarme del dedo acusador de los doctores de la moral al ser una persona hetero. Vivo acorde al “canon” de los tribunos de la “corrección biológica”. Sin embargo, una parte de mis conciudadanos o bien viven en el armario para esconder sus afectos, o bien dan el paso, valiente, y salen de tan lúgubre lugar y exponen —y se exponen— ante el mundo su homosexualidad. ¿Por qué unas personas, libres e iguales en dignidad y derechos, tienen que vivir bajo la coacción hetero-social? Educación, prejuicio, empatía e ideología recalcitrante fo...
Nunca he salido del armario porque no lo he necesitado para refugiarme del dedo acusador de los doctores de la moral al ser una persona hetero. Vivo acorde al “canon” de los tribunos de la “corrección biológica”. Sin embargo, una parte de mis conciudadanos o bien viven en el armario para esconder sus afectos, o bien dan el paso, valiente, y salen de tan lúgubre lugar y exponen —y se exponen— ante el mundo su homosexualidad. ¿Por qué unas personas, libres e iguales en dignidad y derechos, tienen que vivir bajo la coacción hetero-social? Educación, prejuicio, empatía e ideología recalcitrante forman parte de la ecuación homófoba. Mucho camino se ha recorrido en España en el tortuoso devenir del colectivo gay; aún queda mucho por andar. Todos tenemos derecho a vivir sin ser juzgados y condenados en juicio sumarísimo sobre cómo y a quién amamos. Cuando la infausta expresión “salir del armario” desaparezca de nuestro acervo lingüístico podremos gritar al fin ¡libres e iguales!
F. Javier Santos Pérez, Santiago de Compostela
Reconocimiento
Pertenecemos a la misma generación, con pocos años de diferencia, suficientes para haber vivido en nuestra juventud experiencias distintas. Hablo de los antifranquistas que luchaban por las libertades. Muchos fueron torturados por tipos siniestros como Billy el Niño. A ellos y a luchadores de generaciones anteriores debemos la recuperación de la democracia. Es también obra de su lucha la retirada, aunque tardía, de las funestas condecoraciones a personajes indecentes como el mencionado sicario. Nunca agradeceremos suficiente vuestra lucha digna e imprescindible.
Javier Gimeno Perelló, Madrid
Cuando el mundo tocó fondo
Según la ONU, en 2022 hemos alcanzado el nefasto récord de 100 millones de refugiados en el mundo. Ha sido determinante la vil guerra de Putin contra Ucrania, pero no olvidemos que millones de personas más tienen que huir de otros países como Siria, Afganistán, Congo, Venezuela y otros muchos, o desplazarse a otro lugar dentro de los mismos por calamidades que un desalmado ser humano provoca contra sus propios congéneres y semejantes. 2022 quedará tristemente como el año en el que el mundo tocó fondo. Luchemos entre todos, no solo con buenos propósitos, por un 2023 más digno y realmente humano.
Francisco José Eguibar, Padrón (Madrid)
Apagar la tele
Han pasado un par de años desde que me rebelé por primera vez contra el incesante ruido de las televisiones. ¿Llamo a mi abuela? Se escucha de fondo. ¿Visito a mis padres? Se entrecruzan las conversaciones, presenciales y telemáticas. ¿Intento leer en un bar? Los chillidos de la tertulia de turno se superponen a las páginas de mi libro. No entiendo por qué el contenido televisivo ha de decorar todos y cada uno de los momentos que vivimos. Disfrutemos de la compañía, o del silencio. ¡Que alguien apague la maldita televisión!
Jaime Vázquez García, A Coruña