Pérez-Reverte y el absurdo generacional

Alguien debería recordar a quienes generalizan sobre los jóvenes que es tan tramposo como agarrarse a la astrología para encerrarlos como un caso típico de Acuario

Arturo Pérez Reverte en 'El Hormiguero'.Atresmedia

El debate cansa, pero siempre vuelve. Y asusta, porque da la impresión de que no existe mayor autocomplacencia en la adultez que el desdén gratuito a los que vienen por debajo. No importa el tiempo que pase, de la estéril guerra generacional nunca se está a salvo.

El último en apuntarse ha sido Arturo Pérez-Reverte (70 años), encantado de llamar flojos a los chavales desde El Hormiguero: “Estamos criando generaciones de jóvenes que no están preparados para cuando llegue el iceberg del Titanic. Los hemos criado sobreprotegidos, pensando que todo se soluciona enchufando un teléfono...

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El debate cansa, pero siempre vuelve. Y asusta, porque da la impresión de que no existe mayor autocomplacencia en la adultez que el desdén gratuito a los que vienen por debajo. No importa el tiempo que pase, de la estéril guerra generacional nunca se está a salvo.

El último en apuntarse ha sido Arturo Pérez-Reverte (70 años), encantado de llamar flojos a los chavales desde El Hormiguero: “Estamos criando generaciones de jóvenes que no están preparados para cuando llegue el iceberg del Titanic. Los hemos criado sobreprotegidos, pensando que todo se soluciona enchufando un teléfono y le hemos quitado los mecanismos defensivos”, dijo, causando el revuelo que se espera en Twitter frente a una frase tan predecible como cansina y que se ganó un subtuit del diputado de Más País, Íñigo Errejón: “Dicen que la juventud es débil. Plantarle cara a varias crisis navegando en la precariedad y sin poder emanciparse. Para ser joven hoy se necesita mucho valor”, escribió, sin necesidad de arroba en la mención.

Puede que ahora le toque regañar al escritor que presume de añorar a las mujeres como las de antes, pero también le precedió en este absurdo el periodista Antonio Navalón, que nos llamó “dueños de la nada” a quienes nacimos en los ochenta, acusándonos de incívicos e irresponsables, sumándose al suculento monetizador del odio generacional de los últimos diez años. Uno puesto de esteroides en titulares que han señalado a los mileniales como “asesinos” de la democracia, de las vacaciones o la Unión Europea y que nos han culpado de aniquilar industrias como la del vino, los diamantes, la de ir al cine, la de los centros comerciales o la del golf. Pues vaya. Así que hemos sido capaces de cargárnoslo todo sin despeinarnos, pero menuda ironía frente a la misión imposible de alquilar un piso decente o heredar las mismas condiciones de sus predecesores a los afortunados que firman esa entelequia llamada contrato fijo.

Como siempre hay gente más lista que ya lo explicó antes, cada vez que alguien aparece farfullando sobre el apocalipsis joven me encantaría contestar silenciosamente con un link a una columna brillante que escribió Montserrat Roig en el Tele/eXprés en 1972. En Insistencia sobre el tópico generacional, cansada de la dicotomía entre tradición y modernidad literaria, Roig ya nos advertía de que “no existen jóvenes y viejos. Simplemente, hay gente que escribe bien y gente que escribe mal”, que “la lucha entre generaciones también puede ser un álibi cómodo que desvíe al lector ante enfrentamientos más graves” y que “la proclamación de generaciones irreconciliables va muy bien para los arribistas, los resentidos o fracasados”. Pero como no está digitalizada y esto es un debate de eterno retorno, como ese meme del hombre caminando de espaldas sacado del Grand Theft Auto, aquí estamos de nuevo, condenadas a responder a un reproche rayado de tanto usarlo.

En esto del pique generacional —una batalla relativamente reciente porque a la “cultura joven” no se la consideró como un ente y como suculento mercado a explotar hasta la posguerra—, por suerte, las voces disidentes empiezan a despuntar. Ahí está el filósofo Eudald Espluga, que desde su ensayo No seas tú mismo nos advierte de que “la mirada generacional desmoviliza” porque pasa por alto otros factores más reseñables como el género y la clase. O Bobby Duffy, el sociólogo autor de The Generation Myth, que afirma que las generaciones son solo uno de los tres factores frente a los cambios sociales, porque también pesan los eventos históricos y cómo cambiamos al envejecer.

Alguien debería recordar a los señores que generalizan sobre los jóvenes que es casi igual de tramposo que agarrarse a la astrología para encerrarlos como un caso típico de Acuario. Seguro que les horroriza pensarlo. Eso de los horóscopos también es cosa de flojos.

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