Páginas de un parque

Vuelve el Poeta mayúsculo en el silencio de sus pasos por las espaldas de las casetas y recoge al vuelo rimas ajenas, quejas del consumo y el ardiente fervor de los lectores que hacen fila para firma de las grandes firmas

Ilustración: Jorge F. Hernández

Por un sendero del Retiro camina un poeta anónimo, único lector de sus propios versos que –año con año—bordea la ancha avenida de las casetas para celebrar en silencio la multidiversidad bibliográfica que no lo incluye. A doscientos metros de follaje ha de cruzarse sin saberlo con una futura novelista que será eterna finalista de todos los premios para incautos; aún niña en carriola, la futura autora lleva en las pupilas las primeras sílabas silentes de una historia que empieza en gerundio y su abuelo guarda en un armario el voluminoso libro de ensayos que jamás ha de publicar, aunque piensa –...

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Por un sendero del Retiro camina un poeta anónimo, único lector de sus propios versos que –año con año—bordea la ancha avenida de las casetas para celebrar en silencio la multidiversidad bibliográfica que no lo incluye. A doscientos metros de follaje ha de cruzarse sin saberlo con una futura novelista que será eterna finalista de todos los premios para incautos; aún niña en carriola, la futura autora lleva en las pupilas las primeras sílabas silentes de una historia que empieza en gerundio y su abuelo guarda en un armario el voluminoso libro de ensayos que jamás ha de publicar, aunque piensa –discretamente—dejarlo “olvidado” en una de las casetas más socorridas de esta tradicional Feria del Libro en Madrid… el año entrante.

Al cumplirse cien días de la invasión de Ucrania, una anciana propone un minuto de silencio a las aves de colores que revolotean sobre un Palacio de Cristal para volver al paseo de la feria con la conciencia tranquila y apoyado en un tronco se desliza lentamente un cuento suelto, un relato corto que se ha escapado de un libro empastado en tela verde. Es un cuento perfecto que quería andarse por las ramas y pretende memorizarse en tres o cuatro idiomas para honra de la vera Literatura con mayúscula y en la papelera que antiguamente bordeaba el estanque (inexplicablemente mudada a la vera de un falso arroyo) se acumulan páginas amarillas de un periódico legendario: se trata de la antología de la mejor prosa en columnas que haya soñado el periodismo desde su nacencia. Plumas de poetas en prosa, novelistas que ensayan e historiadores que honran el arte de narrar en abono de la Memoria. Que alguien salve dicha antología para facsímil digital u obsequio para el ágrafo ratero que espeta insultos a las supuestas ñoñerías de los demás.

Vuelve el Poeta mayúsculo en el silencio de sus pasos por las espaldas de las casetas y recoge al vuelo rimas ajenas, quejas del consumo y el ardiente fervor de los lectores que hacen fila para firma de las grandes firmas (valga la redundancia). El anónimo bardo mira en las caras de los miles de lectores el verdadero follaje del parque llamado de El Retiro para disolver sus caras en la rosaleda donde florecen pétalos de todas las geografías y ha de culminar en el Jardín Botánico entre todas las fragancias vegetales como tentación para elevarse volando hacia Lavapiés o navegar como dron por encima del Barrio de las Letras y volver en círculos concéntricos por la serpiente de casetas de libros y libros y más libros que –un año más—permiten que hasta un ciego lea Madrid.

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