Chips para el futuro
El importante PERTE aprobado el martes por el Gobierno impulsa esta industria puntera y aspira a cambiar el modelo productivo español
El cambio del modelo productivo español figura en la agenda política desde hace mucho tiempo, antes y después de la pandemia. La promesa se desliza en cada campaña electoral de prácticamente todos los partidos políticos. Los fondos europeos Next Generation son una oportunidad histórica para impulsar el cambio y el martes el Consejo de Ministros dio un paso decidido al aprobar el denominado PERTE Chip. Consiste en un plan especial de hasta 12.250 millones de euros de los fondos europ...
El cambio del modelo productivo español figura en la agenda política desde hace mucho tiempo, antes y después de la pandemia. La promesa se desliza en cada campaña electoral de prácticamente todos los partidos políticos. Los fondos europeos Next Generation son una oportunidad histórica para impulsar el cambio y el martes el Consejo de Ministros dio un paso decidido al aprobar el denominado PERTE Chip. Consiste en un plan especial de hasta 12.250 millones de euros de los fondos europeos que pretende convertir a España en referente mundial ante la necesidad de microprocesadores por parte de sectores tan diversos como los dispositivos electrónicos, los electrodomésticos o la automoción, afectados todos ellos por la carencia de estos minúsculos componentes en medio del caos en las cadenas de suministro.
Este es el mayor de los once PERTE en marcha. Supone más de una cuarta parte de los 43.000 millones en fondos anunciados por Bruselas para acabar con la dependencia europea de los chips asiáticos pero la clave reside en obtener también una fuerte inversión privada. Es ahí donde el plan español se la juega. Por sí sola, la potente cantidad anunciada por el Gobierno carece de capacidad transformadora en una industria puntera tecnológicamente pero también muy cara de poner en marcha. Para hacerse una idea de su enorme coste basta mirar macroproyectos como los de Intel en Ohio —19.000 millones de euros— o Magdeburgo (Alemania) —17.000 millones—, por lo que comienza ahora la tarea más difícil: convencer a las empresas del sector de que España es el lugar idóneo para instalarse. En esa elección influyen factores como las ventajas fiscales, la existencia de un ecosistema de talento o la cercanía a la industria que va a utilizar esos chips. España cuenta con la ventaja competitiva de ser el segundo mayor fabricante de automóviles de Europa, solo por detrás de Alemania, un sector cada vez más dependiente de los semiconductores por el salto al coche eléctrico y autónomo. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dedicado buena parte de su visita al Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) a presentar a España como un destino fiable, con reuniones de alto nivel con los máximos representantes de Intel, Qualcomm, Micron y Cisco para que cuando barajen la lista de opciones el nombre de España aparezca entre ellos. El primer resultado se hizo público el mismo martes al anunciar Intel que Barcelona será la sede de un laboratorio de diseño de semiconductores financiado a medias por la empresa y por el Gobierno con 400 millones.
La crisis de la globalización ha quebrado el paradigma de que estos microscópicos semiconductores se pueden conseguir de forma segura, rápida y barata. Europa quiere ser autónoma y el Gobierno busca aprovechar la oportunidad y situar a España en la carrera para albergar una de las industrias más innovadoras. La colaboración público-privada dará la medida de la envergadura del resultado.