¡Al cielo con San Chi Choon!
Entre malogrados anda el juego. Anda la ciudad de la libertad muy tocada. Hay tanta ya, que lo mejor es ir a buscarla fuera. A Malasia, por ejemplo
Entre malogrados anda el juego. Anda la ciudad de la libertad muy tocada. Hay tanta ya, que lo mejor es ir a buscarla fuera. A Malasia, por ejemplo. Uno de los dos truchimanes patrios que están en el candelero salió el otro día a pasear en pijama y en bata a su perro ―que es como hay que sacar a las mascotas de casa cuando tienes un velero atracado, sobre todo atracado, en Gibraltar, más aún si resides en una de las calles capitalinas más pudientes―. El albornoz, por cie...
Entre malogrados anda el juego. Anda la ciudad de la libertad muy tocada. Hay tanta ya, que lo mejor es ir a buscarla fuera. A Malasia, por ejemplo. Uno de los dos truchimanes patrios que están en el candelero salió el otro día a pasear en pijama y en bata a su perro ―que es como hay que sacar a las mascotas de casa cuando tienes un velero atracado, sobre todo atracado, en Gibraltar, más aún si resides en una de las calles capitalinas más pudientes―. El albornoz, por cierto, era de cuadros, como la gran obra que estamos contemplando desde hace semanas. El trujamán en cuestión, Luis Medina, salió a dar una vuelta recién levantado por las aceras madrileñas con su perrillo, pongámosle de nombre Fiesta, porque Feria ya era su padre y su barco, inglés, para más inri. Una cosa es pagar impuestos, y otra muy distinta es ser español, y pagarlos.
Medina, con el pelo alborotado, pero sin las medias de color, fue increpado por los periodistas de buena mañana: “No tengo nada que decir, estoy sacando al perro un momento en bata”. La mejor respuesta posible ante semejante estampa. Ojalá se fuera después a tomar un brunch. “¿Tiene preparada su declaración?”, inquirió entonces una de las reporteras mientras Fiesta comía las malas hierbas matutinas, que haberlas, haylas. “No”, respondió tajante su amo. Se entiende que la negativa era hacia su declaración judicial de la semana que viene, porque la declaración de la renta no hace falta ni que la haga con los 247 euros que alberga en la cuenta. Uno siempre sale en bata a hacer los recados cuando sabe que Hacienda devuelve lo poco que entra. Solo faltaba. Necesitamos promoción comercial de pulseras rojigualdas, pero con el logo del IRPF.
Este vídeo de Medina se aloja en el canal Chance de YouTube, dedicado a los famosos y a las celebridades españolas. Arrojó miles de visualizaciones y una veintena de comentarios. Dos, eso sí, sobresalían del resto. “Un pijo en pijama” y “como es guapo, pura envidia”. Y tanto: no solo robar está feo, sino que además tienes que parecerlo.
Esta ha sido una Semana Santa de espiritualidad, liturgia y mística. De las mejores, vaya. Ahora resulta que la Fiscalía Anticorrupción no encuentra al último personaje de la trama comisionista: San Chin Choon. Tela, telita, tela, como bien mandan los cánones berlanguianos. San Chin Choon es el nombre del empresario malasio que vendió millones de mascarillas, test y guantes ―la mayoría en muy buen estado de descomposición, por supuesto― al Ayuntamiento de Madrid durante el pico de la primera ola de la pandemia por unos 12 millones de euros. De estos, seis fueron a parar a Medina y a su amigo Alberto Luceño. Una cosa es venir a jugar y otra a comisionar. Bien, pues ahora resulta que la Fiscalía no localiza por ningún lado a San Chin Choon. Normal. Si ya es difícil dar con un ex en la capital, como para encontrar a un tal San Chin Choon. Más aún si tampoco se sabe ―a día de hoy, ojo― quién fue M. Rajoy. Quién será. A saber.
San Chin Choon desató toda la festividad santa posible en el Twitter patrio. “¿San Chin Choon? La variedad de chorizos en nuestro país es infinita. Valle-Inclán fliparía”, escribió el usuario Antonio Mautor. “En vez de firmar como San Chin Choon deberían haber ido de cara, echarle un par y poner en los papeles a Cho Ri Zoon”, comentó otro. Comi Si On, a decir verdad, no está mal tampoco. Santa semana de Semana Santa. ¡Al cielo con San Chi Choon!