El suicidio entre los jóvenes
La pandemia ha elevado de forma grave la cifra de intentos frustrados o consumados en la población de 15 a 29 años
La sociedad española ha sido tradicionalmente remisa a abordar el drama del suicidio, en particular entre los jóvenes. El desgarramiento que produce en familias, amigos y entorno social ha provocado durante mucho tiempo el silencio o la reserva ante esos casos por temor a un potencial efecto mimético. Este mismo periódico ha seguido esa pauta de conducta. Hace años ya, sin embargo, que muchos expertos cuestionan el principio de ocultación ...
La sociedad española ha sido tradicionalmente remisa a abordar el drama del suicidio, en particular entre los jóvenes. El desgarramiento que produce en familias, amigos y entorno social ha provocado durante mucho tiempo el silencio o la reserva ante esos casos por temor a un potencial efecto mimético. Este mismo periódico ha seguido esa pauta de conducta. Hace años ya, sin embargo, que muchos expertos cuestionan el principio de ocultación como mejor modo de prevenir su creciente incidencia. También esto lo ha cambiado la pandemia: el suicidio se ha convertido en la principal causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años después de los tumores, y la primera de los varones de esa edad.
Además del inmenso dolor que provoca en las familias, golpea también a los centros educativos. A las muchas tareas que tienen encomendadas tienen que añadir ahora la responsabilidad de aplicar protocolos de prevención. La soledad, el aislamiento, el miedo al futuro que muchos adolescentes han experimentado durante estos dos últimos años han hecho mella en su estado de ánimo y, en algunos casos, han agravado o desencadenado en ellos tendencias suicidas. La familia y el entorno escolar son los que están en mejores condiciones para detectar las señales de alerta que a menudo emiten de forma más o menos perceptible.
La ley de protección de la infancia estableció en 2021 la obligación de desplegar protocolos de prevención del suicidio y conductas autolesivas en el ámbito escolar. Hasta ahora, cinco autonomías han aprobado guías y protocolos de actuación y muchos centros educativos comienzan a aplicarlos, pero es fundamental ofrecer a los docentes formación y medios para que puedan identificar los casos de riesgo. El problema está adquiriendo una dimensión que exige medidas preventivas urgentes. Según un estudio patrocinado por el Consejo General de Psicología de España, el 15,5% de la población española dice haber tenido ideas suicidas, pero ese porcentaje se eleva hasta un 25,7% entre los jóvenes de 18 a 25 años. Por debajo de esa edad, los datos también son preocupantes y apuntan de nuevo a un incremento. Las hospitalizaciones por autolesiones entre los 10 y los 24 años casi se han cuadruplicado en las últimas décadas: de 1.270 en el año 2000 a 4.048 en 2020, según el Ministerio de Sanidad.
Existe un margen importante de intervención para evitar el drama: por cada suicidio consumado, hay otros 20 intentos, y entre el 30% y el 40% han tenido tentativas previas. La Asociación Española para la Prevención del Suicidio identifica algunos elementos de alerta para activar la ayuda a tiempo. El 90% de las personas que intentan suicidarse presentan algún tipo de trastorno psiquiátrico, como depresión o trastorno bipolar. En ocasiones la ideación suicida ha aparecido después de episodios de crisis de angustia y ansiedad que han derivado en un problema crónico. El reto de los docentes en la aplicación de los protocolos de prevención es evitar el estigma asociado a la salud mental, pero a la vez tutelar a los jóvenes una vez diagnosticado el riesgo: ocultar el problema ha dejado de ser una opción.