Baltasar, Copérnico y otras batallas de Reyes

Desde hace unos años, la cabalgata es objeto de polémicas que no se perdonan jamás

Los tres Reyes Magos en la cabalgata de Madrid.Alberto Ortega (Europa Press)

Baltasar es el rey favorito de muchos niños, pero si estos días se ha colado entre los asuntos más comentados de Twitter ha sido por otro tema. Una vez más se habló de si pintar a un señor blanco de negro para hacer de Rey Mago es racista. Le cayeron insultos especialmente a Serignye Mbayé, diputado de la Asamblea de Madrid por Unidas Podemos, que expresó su apoyo a una campaña de la asociación Afroféminas. La conversación se degradó tanto, que había gente que aseguraba que Mbayé quería ...

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Baltasar es el rey favorito de muchos niños, pero si estos días se ha colado entre los asuntos más comentados de Twitter ha sido por otro tema. Una vez más se habló de si pintar a un señor blanco de negro para hacer de Rey Mago es racista. Le cayeron insultos especialmente a Serignye Mbayé, diputado de la Asamblea de Madrid por Unidas Podemos, que expresó su apoyo a una campaña de la asociación Afroféminas. La conversación se degradó tanto, que había gente que aseguraba que Mbayé quería eliminar al rey negro o, directamente, a los tres Reyes Magos, y lo invitaban a irse de España si no aceptaba nuestras costumbres. Tuvo que explicarse: “A favor de Baltasar, un Baltasar real. Ninguna necesidad de pintarse para intentar ridiculizar”.

Hoy en día, pintarle la cara de negro a alguien no solo es racista, sino que además es tan innecesario como rodar un biopic de Pau Gasol y que su papel lo interprete Danny DeVito con zancos. Sí, es un actorazo y seguro que no hay mala intención, pero a lo mejor hay opciones mejores. Sería igual de fácil buscar a tres personas negras y pintar a dos de blanco. Como hizo el Sindicato de Manteros de Barcelona en una acción reivindicativa de 2017, logrando unas fotos que aún se compartían estos días.

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Los debates políticos en torno a las cabalgatas ya son otra tradición navideña. Quizás el caso más recordado en redes sea el de 2016, cuando Cayetana Álvarez de Toledo publicó uno de los tuits más sobreactuados de la historia: “Mi hija de 6 años: ‘Mamá, el traje de Gaspar no es de verdad’. No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás”. A Álvarez de Toledo solo le faltaba desmayarse sobre una chaise longue y que alguien le pasara las sales. Como es natural, tanto drama se convirtió en objeto de chiste, porque hay pocas cosas que funcionen mejor para la comedia que el teatrillo de la exageración.

Unos días más tarde, la política aseguraba en un artículo publicado en El Mundo que no se había entendido la ironía de su mensaje y que Twitter es “la tumba de la inteligencia” La política ha narrado este episodio con más detalle en sus memorias, en las que revela que el tuit fue escrito “después de una mañana perfecta esquiando, una tarde en el spa y un derroche de fondue y vino blanco”, frase escrita evidentemente con ánimo de provocar. En cualquier caso, su tuit se sigue recuperando cada año porque quien no perdona jamás es Twitter.

También se recuerda cada Navidad un vídeo de 2017 de Álvaro Ojeda. Esa noche de Reyes, el youtuber se acercó a una carroza asegurando a cámara que ahí estaba Colón, “según muchos de Podemos, el que practicó el genocidio más grande de la historia de la humanidad”. A lo que el actor de la carroza contestó: “¡Soy Copérnico!”, confirmando que, al menos de vez en cuando, todos vemos lo que queremos ver.

Por suerte, en Twitter también pasan cosas buenas los 5 de enero. En 2018, Fernando de Córdoba (@gamusino) se ofreció colocar a los Reyes Magos a quien le pasara fotos de su calle. Así, al día siguiente los padres podían contar a sus hijos que cazaron una imagen de sus majestades durante su ruta por el barrio. Desde entonces lo hace cada enero, con ayuda de un puñado de voluntarios. Esto nos recuerda que, como diría la cuenta parodia del “cientéfico” (sic), Twitter no se hace solo, hay que hacerlo. Y los que lo hacemos somos nosotros. Podemos perder el tiempo imaginando conspiraciones para acabar con la Navidad o contribuir a que sea un espacio un poco más agradable. No le podemos echar la culpa de todo a los algoritmos: a menudo nos ganamos el carbón a pulso.

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