A ver si se acaba 2020 otra vez

A muchos, este año les ha parecido una segunda parte del anterior

Una familia se hace una foto en la Puerta del Sol, en Madrid (España), el 30 de diciembre de 2020.Eduardo Parra (Europa Press)

Pues ya va terminando el año, aunque puede resultar difícil saber exactamente cuál. Hay tuiteros que han recogido y comentado esta sensación de que es casi imposible distinguir 2021 de 2020. Algunos hablan de “2020 bis” y otros de “la segunda temporada de 2020″: “Yo no empiezo 2022 hasta que vea el tráiler”, aseguraba uno, @lastmonkeylast, en conversación con Ibai Llanos.

No sin razón: los dos han sido años de pandemia y los hemos cerrado preocupados por una nueva ola de contagios y h...

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Pues ya va terminando el año, aunque puede resultar difícil saber exactamente cuál. Hay tuiteros que han recogido y comentado esta sensación de que es casi imposible distinguir 2021 de 2020. Algunos hablan de “2020 bis” y otros de “la segunda temporada de 2020″: “Yo no empiezo 2022 hasta que vea el tráiler”, aseguraba uno, @lastmonkeylast, en conversación con Ibai Llanos.

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No sin razón: los dos han sido años de pandemia y los hemos cerrado preocupados por una nueva ola de contagios y hablando de formas más o menos seguras de celebrar la Navidad con la familia, incluyendo pruebas previas, ventanas abiertas y con los abuelos sentados al final de mesas de 17 metros. Como para ponerse a crear nuevos recuerdos.

2020 y 2021 parecen iguales porque nos los hemos pasado hablando de lo mismo, qué remedio, y al final ocurre lo mismo que con esos días repetitivos que se mezclan y se vuelven indistinguibles. Diferenciar entre dos martes es tan difícil como intentar recordar cuál fue la tercera ola y cuál la quinta. ¿De verdad ya vamos por la sexta? Yo dejaría de contarlas, por si acaso. Pongámosles nombres, como a los huracanes.

Total, que ahora mismo me ponen delante un resumen del año con Isabel Díaz Ayuso diciendo que Madrid tiene la mejor sanidad de la galaxia y con Pedro Sánchez diciendo que hay que llevar mascarilla por la calle, y me declaro incapaz de adivinar de cuándo son estas declaraciones. Y al revés, me dicen, por ejemplo, que la desescalada y la salida de los confinamientos pasaron este verano y tardaría en darme cuenta de que no fue así. Normal que llevemos casi dos años viendo memes sobre lo interminable que es la pandemia, comparándola a gifs en bucle o a las obras de la Sagrada Familia. Twitter tiende al catastrofismo, pero esta vez no por mucho.

Por supuesto, si uno se para un poco, es fácil ver que 2020 y 2021 tuvieron cada uno sus cosas. Este año nos hemos vacunado, por ejemplo, que no está nada mal. Y además hay que recordar que los dos años han sido iguales para los que hemos tenido suerte: en La Palma seguro que diferencian bien 2020 (pandemia) de 2021 (pandemia y volcán).

También hay otra trampa: probablemente nos ocurre lo mismo cada diciembre y es igual de complicado distinguir entre 2017 y 2018, por poner un ejemplo. Pero 2020 fue un año duro y diferente, y confiábamos en dejarlo atrás con unas ganas que, salvo excepciones, no hemos sentido con otras fechas. En Twitter lo más parecido fue en 2016, un año que ya se convirtió en un chiste en 2020: “¿Os acordáis de cuando la gente tuiteaba ‘nada puede ser peor que 2016′ porque murieron Prince y Bowie?”. No es solo que 2020 y 2021 hayan sido iguales entre sí, sino que además han sido diferentes a todos los demás, a esos años ya lejanos y casi legendarios en los que besábamos a desconocidos en el metro y no teníamos miedo a lamer farolas (igual no los recuerdo del todo bien).

¿Y cómo se presenta 2022? La pregunta da miedo. Este año llegamos escarmentados a Nochevieja: somos aún más conscientes de que las cosas no cambian solo porque cambiemos de fecha en el calendario y sabemos que hay pandemia para un buen rato. Pero moderar el entusiasmo y las expectativas tiene sus ventajas. Es como cuando te pones a ver una película de la que has oído cosas horribles y luego resulta que no está tan mal y que incluso es divertida. Pues eso: ojalá 2022 no sea tan malo como nos tememos y que dentro de 12 meses podamos decir, al menos, “me lo esperaba peor”.

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