Twitter y el ‘espejismo de la mayoría’

La red social del pajarito es un poco como Madrid: existe tanta libertad, pero tanta, tanta aquí dentro, que para disfrutarla es mejor irse fuera

Logo de Twitter en un teléfono móvil.DPA vía Europa Press (Europa Press)

Twitter es un poco como Madrid: existe tanta libertad, pero tanta, tanta aquí dentro, que para disfrutarla es mejor irse fuera. El patio tuitero está revuelto ante el imparable ascenso de la nueva variante vírica por los rincones capitalinos. Conocer a alguien que no se haya contagiado en los últimos días es poco menos que un milagro. A esto se suma la falta de médicos en atención primaria, las listas de espera de más de una semana...

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Twitter es un poco como Madrid: existe tanta libertad, pero tanta, tanta aquí dentro, que para disfrutarla es mejor irse fuera. El patio tuitero está revuelto ante el imparable ascenso de la nueva variante vírica por los rincones capitalinos. Conocer a alguien que no se haya contagiado en los últimos días es poco menos que un milagro. A esto se suma la falta de médicos en atención primaria, las listas de espera de más de una semana en los centros de salud y la escasez de los test rápidos, que son los más lentos del país. Toca escoger de nuevo, otra vez. Libertad o una PCR en una clínica privada por 130 euros: el cóctel perfecto para no salir de casa, como apresuran a comentar y aconsejar los tuiteros que albergan miles de feligreses en su reino. Pero luego uno sale a la calle y, de pronto, observa que las terrazas y los bares están llenos, como nunca. Que si mercadillo navideño, que si compras de Nochebuena, que si luces y cañas vespertinas, que si no tienes reserva no entras. Vamos, que se da uno cuenta de que no ha visto a tanto caudal de gente junta como hacía tiempo, como para cruzarse así con tu ex, que dirían en otros reinos.

La libertad fuera de Twitter sirve muchas veces para tomar distancia. Una cosa es lo que se dice y se comenta aquí dentro, y otra lo que sucede fuera. Ahí están los datos: la red del pajarito acumula 4,1 millones de usuarios en España. Es decir, que solo tienen un perfil público en esta red social el 9% de los españoles, según el último estudio de redes sociales de IAB Spain, la mayor asociación mundial de comunicación, publicidad y marketing digital. En el último informe de este año, por poner en perspectiva, destaca Facebook, con 22 millones de usuarios; Instagram, con 20, y LinkedIn, con 14. Entonces, ¿por qué se habla tanto de Twitter en los medios de comunicación? Porque estamos los periodistas, básicamente, que malo será si no somos el 110% de sus navegantes. Aquí, por cierto, se habla poco de la cepa ególatra, pero eso ya es otra historia y más pandémica de la profesión.

El domingo, en el programa A vivir que son dos días de la Cadena SER, estuvo la matemática Clara Grima durante el delicioso tramo semanal de Juan José Millás de las nueve de la mañana. Grima, doctora en su rama y autora de varios libros divulgativos sobre los números, habló del concepto matemático de el espejismo de la mayoría, un efecto que describió en un artículo científico de 2016 la profesora Kristina Lerman. Lerman puso nombre a una atmosfera diaria que percibimos todos los ciudadanos. Viene a explicar que, por error, damos por cierto todo lo que gira a nuestro alrededor: lo que nuestros amigos piensan es lo que realmente piensa la mayoría. Y no está bien. Uno, generalmente, se rodea de gente que opina como uno mismo: escucha las mismas emisoras, lee los mismos periódicos, se informa en los mismos canales televisivos, sigue prácticamente a los mismos perfiles. Y no está bien. “Nos creemos que la mayoría de la sociedad opina lo que creen nuestros amigos, como pasa con las redes sociales”, explicó Grima. “Es muy difícil ir en contra del grupo”, dijo. Un grupo pequeño hace suponer a toda la red un pensamiento único, como sucede con los antivacunas en Twitter, que tienen más popularidad de la que les correspondería. El espejismo de la mayoría demuestra que el ruido de un grupúsculo logra imponerse ante el resto.

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Menos mal que está la otra cara de Twitter, con su maravilloso ingenio y que conviene seguir al dedillo en estos tiempos: “Yo”, escribió el usuario @NeoClor, “cada 45 minutos me como un poco de turrón de chocolate para comprobar que no estoy perdiendo el gusto”. No es mal espejo tampoco.

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