Don Felipe descubre el bonobús

Una trasnochada estrategia de comunicación para ensalzar la campechanía del Rey se convierte en motivo de chanza

Don Felipe y doña Letizia, a bordo de un autobús municipal de Madrid.Francisco Gomez (GTRES)

El chófer del autobús urbano que paseó a Felipe VI por el centro de Madrid, durante el primer recorrido que hacía el jefe del Estado en tan exótico artilugio, se llama Borja. Lo que no ha trascendido es a quién o a quiénes se les ocurrió la brillante estrategia de comunicación, pero si el supuesto objetivo era trasladar a la ciudadanía el carácter campechano del monarca, se equivocaron de siglo y, sobre todo, de monarca. Antiguamente, estas estrategias sí funcionaban. Se hacía correr el rumor de que alguien había visto al rey Juan Carlos a bordo de una de sus motocicletas socorriendo a algún c...

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El chófer del autobús urbano que paseó a Felipe VI por el centro de Madrid, durante el primer recorrido que hacía el jefe del Estado en tan exótico artilugio, se llama Borja. Lo que no ha trascendido es a quién o a quiénes se les ocurrió la brillante estrategia de comunicación, pero si el supuesto objetivo era trasladar a la ciudadanía el carácter campechano del monarca, se equivocaron de siglo y, sobre todo, de monarca. Antiguamente, estas estrategias sí funcionaban. Se hacía correr el rumor de que alguien había visto al rey Juan Carlos a bordo de una de sus motocicletas socorriendo a algún conductor en apuros y la gente iba y se lo creía —o hacía como que—, y nunca faltaba alguno que comentaba con acento castizo: “Qué majo es el Rubio”. El caso es que, entre bromas y veras, la leyenda se iba agrandando y terminaba con el tiempo en un episodio de Cuéntame. Incluso algún diario de dudosa reputación se atrevía a asegurar que don Juan Carlos, “totalmente vestido de negro”, se paró en julio de 1990 a socorrer a una pareja que se había quedado sin gasolina mientras circulaba por una carretera comarcal cercana a Madrid en un Seat 131 Mirafiori (no hay como alicatar una noticia falsa con infinidad de datos): “La pareja, eternamente agradecida, continuó su viaje”. Se calcula, añadía el diario henchido de patriotismo, que el anterior monarca asistió a 156 automovilistas en 40 años de reinado. Ni Línea Directa.

Ahora, no se sabe por qué, la gente se ha vuelto menos crédula, más picajosa. El vídeo del viaje iniciático de don Felipe en autobús urbano llegó a Twitter antes incluso que a los telediarios, aunque con una ligera variación. La voz en off que narra el evento no es la de un respetuoso locutor de informativos, sino la de un tuitero guasón e irreverente —cuyo nombre supuesto es Madsen— que pone mote a los participantes en el vídeo y ridiculiza cada una de las escenas. En la que se ve al alcalde de Madrid dirigiéndose a los Reyes, Martínez-Almeida [no lo llama así] explica “lo que viene siendo hacer trasbordo en varias líneas como si fuera la puta misión a Marte. Se hacen hasta fotos en el autobús como el que va a Disneylandia”. El vídeo se sigue multiplicando por las redes y llama la atención que a nadie se le ocurriese en La Zarzuela —o dondequiera que fuese— que aquella performance estaba llamada a convertirse en carne de meme y pitorreo.

Todo esto sucedía el mismo día que transitaba por Twitter —y qué no transita por la red social todos los días, a todas horas— una historia muy curiosa que desveló La Voz de Galicia y que también tiene que ver con un conductor de autobús. Resulta que un chófer de la empresa municipal de Vigo fue despedido “tras ser grabado en actitud cariñosa con una pasajera cuando estaban solos dentro del bus”. El hombre recurrió el despido en los tribunales, pero finalmente el Supremo confirmó la sentencia y, como es habitual, el Centro de Documentación Judicial —más conocido como Cendoj— la publicó en su página web. Eso sí, para cumplir la ley de protección de datos, cambió el nombre del condenado para que no pueda ser identificado. Normalmente se colocan en su lugar nombres tan poco frecuentes como los de los reyes godos, pero en esta ocasión el nombre elegido fue el de Plácido. Con tan mala suerte que hay un conductor de autobús en Vigo que se llama Plácido y que, para más inri, llevaba tiempo sin aparecer por el trabajo porque estaba de baja. La gente ató cabos y al bueno de Plácido, tan inocente él, se le vino el mundo encima. Sabido es que a los algoritmos los carga el diablo, lo mismo que a algunas estrategias de comunicación.

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