Contra los apóstoles del odio

Actos como el homenaje neonazi a la Divisón Azul no son una anécdota, sino una peligrosa señal

Varias personas participan en una marcha neonazi en Madridel 13 de febrero de 2021.Jesús Hellín (Europa Press)

A principios de este mes, en Madrid, el pueblo español presenció algo que en los últimos tiempos se ha transformado en demasiado común en toda Europa. En un tono de una época mucho más oscura, neonazis marcharon por las calles de Madrid para “honrar” a la División Azul, las tropas españolas que combatieron junto a los nazis. Piensen un momento al respecto: ¿a quiénes honran realmente esos manifestantes?

En la larga y lamentable historia de Eur...

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A principios de este mes, en Madrid, el pueblo español presenció algo que en los últimos tiempos se ha transformado en demasiado común en toda Europa. En un tono de una época mucho más oscura, neonazis marcharon por las calles de Madrid para “honrar” a la División Azul, las tropas españolas que combatieron junto a los nazis. Piensen un momento al respecto: ¿a quiénes honran realmente esos manifestantes?

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En la larga y lamentable historia de Europa, con sus numerosas guerras, plagas y hambrunas, no ha habido nada más inhumano ni destructivo que el periodo comprendido entre los años 1933 y 1945, cuando la Alemania nazi buscó propagar su odio por todo el continente apoyada en su extraña ciencia racial. En solo seis años de guerra, estas ideas virulentas dejaron millones de muertos, prácticamente en la ruina a todos los países europeos, a sus poblaciones hambrientas. En comparación, esto hizo que el medievo pareciera como una época casi sosegada. España tuvo más suerte que la mayoría de países europeos, porque sus ciudades estaban a salvo de la contienda y sus ciudadanos se encontraban relativamente seguros.

No obstante, en esta última marcha, ante varios oradores que levantaron el brazo haciendo el rígido saludo nazi, hubo quienes respondieron también con el brazo en alto. Algunos portaban esvásticas. Una joven, Isabel Medina Peralta, acusó de todos los males de la Europa de hoy —por supuesto— a los judíos. Incluso habló un cura, Javier Utrilla Avellanas. Hay que señalar que el grupo extremista al cual pertenece este sacerdote fue excomulgado por el Vaticano y no es reconocido por la Iglesia.

Todos los ciudadanos españoles deberían estar muy alarmados al ver esto en las calles de su capital. Si bien los números apenas representan una amenaza para su Gobierno, cualquier señal de lealtad al nazismo o al fascismo es más que preocupante.

Hoy, 76 años y tres generaciones después del final de la II Guerra Mundial, parece que hemos llegado a una época en la cual la gente ha olvidado simplemente lo peligrosas que realmente son dichas ideas. Poco después del final de la guerra en 1945, cuando las imágenes de los cuerpos amontonados y las ciudades bombardeadas eran vistas en todo el mundo, nadie en su sano juicio quería que lo asociaran con los nazis.

En cambio, ahora, varias décadas más tarde, la gente ha olvidado —o nunca le han enseñado— dónde termina realmente este tipo de odio. Esa joven oradora de la manifestación, la señorita Medina Peralta, al culpar a los judíos, apeló a una antigua tradición. Desde la Edad Media hasta la actualidad, se ha solido siempre acusar de todo lo que sale mal al pueblo judío en primer lugar. Durante la peste negra, cuando la gente no entendía acerca de pandemias, se culpó a los judíos de envenenar pozos de agua, y, en respuesta, poblados enteros fueron masacrados. Durante las Cruzadas, los ejércitos europeos se detuvieron en varias aldeas camino de Oriente Próximo para masacrar a poblaciones enteras de judíos. En el siglo XV, debido a discusiones internas dentro de la Iglesia católica, España fomentó la Inquisición, la cual puso fin a una larga historia de gente que vivía y prosperaba conjuntamente, en armonía y para el beneficio mutuo.

Que quede bien claro: los judíos son siempre las primeras víctimas del odio, pero nunca son las últimas. Los nazis fueron primero contra los judíos, pero cuando la guerra terminó, el continente había sido devastado por completo y más de 60 millones de seres humanos estaban muertos. Nadie gana cuando este tipo de odio aflora.

¿Por qué soy tan contundente con un grupo relativamente pequeño de manifestantes que emplea una retórica airada, viejas consignas y extraños cortes de pelo? Porque todos sabemos que puede parecer apasionante para algunos a quienes no se les ha enseñado la verdad acerca del pasado. Y todos sabemos dónde, en definitiva, conduce esto.

Volvemos a vivir en una época turbulenta. La pandemia del coronavirus ha cerrado países y ha dejado a muchas personas sin empleo. Quienes han perdido sus trabajos están legítimamente asustados. Y sabemos que tiempos con problemas como estos constituyen un suelo fértil para que los antiguos odios resurjan.

Hace varios años, cuando neonazis similares marcharon en Bulgaria, fueron acallados por una multitud mucho mayor de ciudadanos búlgaros que se manifestaron en su contra. Yo participé en dicha contramanifestación, pero no estaba solo. Los principales líderes del Gobierno búlgaro estaban también presentes, dejando así muy claro que nadie en el poder apoyaba esas reliquias del peligroso pasado. Creo que todos podemos aprender de Bulgaria.

Este es un momento para que todos los buenos españoles denuncien a estos apóstoles del odio y defiendan lo que es bueno y justo en nuestro mundo común.

Ronald S. Lauder es presidente del Congreso Judío Mundial.

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