El pico de la polarización

Estamos ante un ascenso de los extremos, con su correlato en la división en bloques estancos y sin pasarelas que imponen las líneas rojas

La candidata de la CUP a la Generalitat, Dolors Sabater, momentos después de depositar su papeleta.Quique Garcia (EFE)

Difícil superar el grado de polarización alcanzado hasta ahora, ayer mismo. Lo demuestran los buenos resultados de la CUP y de Vox. Es el característico ascenso de los extremos, con su correlato en la división en bloques estancos y sin pasarelas que imponen las líneas rojas. Las tendencias de fondo que impiden los pactos quedan confirmadas.

Apenas nada se mueve en cada uno de los dos segmentos enfrentados durante los últimos ocho año...

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Difícil superar el grado de polarización alcanzado hasta ahora, ayer mismo. Lo demuestran los buenos resultados de la CUP y de Vox. Es el característico ascenso de los extremos, con su correlato en la división en bloques estancos y sin pasarelas que imponen las líneas rojas. Las tendencias de fondo que impiden los pactos quedan confirmadas.

Apenas nada se mueve en cada uno de los dos segmentos enfrentados durante los últimos ocho años en el sistema de partidos. Pero todo se mueve en el interior de cada segmento. En el bloque independentista culmina un cambio que viene de lejos. Al fin Esquerra es el primer partido independentista en votos y en escaños. Obtiene así la Ítaca del mayorazgo frente a la tozuda resistencia de Junts, la formación del legitimismo nacionalista.

Enfrente, en el otro bloque, no son movimientos; es un terremoto. El PSC, con casi el doble de escaños, resurge con ímpetu de las cenizas. Vox destituye a las dos ramas de la derecha en competencia en el fracaso. Los 30 escaños perdidos por Ciudadanos es una cantidad insoportable, pero para el PP, que pierde uno solo pero queda el último de la fila, es la descalificación de toda su política en Cataluña y para Cataluña y un serio interrogante a la capacidad de Pablo Casado para persistir como alternativa a Pedro Sánchez.

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El pico de la polarización contiene en su seno la reversión de la polarización. Esquerra es el partido de la mesa de negociación que aprobó los Presupuestos en Madrid. También quieren saltarse las líneas rojas y la división en bloques el PSC y Catalunya en Comú, su socio in pectore en Cataluña, en buena correspondencia con las coaliciones en el Gobierno de España y en el Ayuntamiento de Barcelona. Sin la presidencia de la Generalitat, Puigdemont se queda sin el grial. Superados por Vox, ni Ciudadanos ni PP tendrán voz y autoridad para oponerse al horizonte de diálogo y a los indultos.

No es fácil aplanar la curva una vez se ha alcanzado el pico. No es fácil con la pandemia y tampoco lo será con la polarización. El mapa del voto es explícito. No se votan programas, sino identidades, que en el caso catalán se convierten en identidades lingüísticas, territoriales y familiares, homogéneamente distribuidas. La polarización más insidiosa y persistente es la que consigue convertir las identidades distintas en ideologías incompatibles.

Algún día bajará la curva. Habrá más votantes indecisos entre los dos bloques, no dentro de cada bloque como hasta ahora. Desaparecerá el sistema bloqueador de las líneas rojas. Las diferencias lingüísticas, territoriales e identitarias estarán razonablemente representadas en el interior de cada uno de los grandes partidos, como sucedía antes de todo esto.

Es un horizonte lejano. La inercia trabaja por la continuidad del pacto de gobierno independentista, que es la persistencia en la gresca entre Esquerra y Junts y en la incapacidad para gobernar la autonomía. Pero el cambio está disponible. Solo hace falta que Esquerra alargue el brazo, lo tome y se convierta en su protagonista.


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