Una contraproducente propuesta sobre el BCE

La condonación de la deuda pública en manos de Banco Central Europeo causaría más daños que beneficios

Sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort, Alemania. EFE

Un centenar de economistas europeos han avivado el debate sobre la propuesta de anular la deuda pública que está en poder del BCE. Su idea es simple y atractiva: nos debemos el dinero a nosotros mismos, así que perdonémonos nuestras deudas. A cambio, que los Estados se comprometan a invertir una cantidad equivalente para la reconstrucción económica (sin aclarar si para eso volverán a endeudarse). Aunque interesante desde el punto de vista académico, no es una propuesta viable y puede resultar contraproducente. La primera línea de contestación es que sería ilegal llevarla a cabo. Desde luego, p...

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Un centenar de economistas europeos han avivado el debate sobre la propuesta de anular la deuda pública que está en poder del BCE. Su idea es simple y atractiva: nos debemos el dinero a nosotros mismos, así que perdonémonos nuestras deudas. A cambio, que los Estados se comprometan a invertir una cantidad equivalente para la reconstrucción económica (sin aclarar si para eso volverán a endeudarse). Aunque interesante desde el punto de vista académico, no es una propuesta viable y puede resultar contraproducente. La primera línea de contestación es que sería ilegal llevarla a cabo. Desde luego, puede ir contra el espíritu de los Tratados, que vetan la financiación monetaria de los Gobiernos (que los bancos centrales creen dinero para pagar los gastos) que tantas espirales de inflación y devaluaciones ha desatado en el mundo. Pero una conversión de la deuda en perpetua sin intereses o alguna otra fórmula de cancelación podría encontrar acomodo jurídico al interpretar unas leyes que han permitido, por ejemplo, la compra masiva de deuda por el BCE.

Más calado tienen las objeciones económicas. Una cancelación de deuda podría resultar económicamente beneficiosa solo en un mundo en que no dañase la credibilidad del BCE como garante de la estabilidad monetaria. Pero si se ha pecado una vez, ¿por qué no habría de repetirse? ¿Y por qué no pedir a otros tenedores que perdonen también parte de su deuda? Aparte de la amenaza de tensiones inflacionistas, la erosión de la credibilidad del BCE y de los Tesoros encarecería las futuras emisiones e impediría a países como España seguir cobrando por financiarse en momentos en que el déficit público es muy alto y es necesario apelar a los mercados. Volveríamos a hablar de las primas de riesgo. La carga de costes financieros en los presupuestos acabaría siendo más alta que antes de la condonación.

Con todo, la mayor objeción es política. Europa ha dado pasos de gigante ante esta crisis. El BCE no solo mantiene los tipos de interés en negativo, sino que ha comprado deuda a mansalva y ha proporcionado unas condiciones financieras sin las que sería imposible financiar el esfuerzo de los Gobiernos frente al golpe económico de la pandemia. Y los Estados han acordado la emisión conjunta de deuda, unos eurobonos que hace poco parecían ciencia ficción. También han creado un voluminoso fondo para financiar la recuperación e impulsar las reformas. Los cantos de sirena con una solución fácil y rápida de los problemas mediante artificios contables de efectos más que dudosos pueden generar una reacción contraria en los países más reacios a mutualizar deudas, dificultar que se avance en la coordinación de las políticas fiscales y económicas y hasta poner en un brete la política monetaria extraordinariamente expansiva del BCE.

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