Columna

Morir sin aire en la Amazonia

Mientras el mundo conmemora la salida de Trump, Bolsonaro multiplica sus ataques a la salud del planeta y de la humanidad

Un paciente espera atención médica en el Hospital 28 de Agosto, en Manaos (Brasil).Raphael Alves (EFE)

Cómo es posible morir sin aire en un hospital? ¿Cómo es posible que te informen de que a tu bebé prematuro lo “exportarán” a otro Estado en avión? ¿Cómo es posible que los familiares se turnen desesperados para bombear oxígeno manualmente y, aun así, vean que la vida de la persona querida termina con dolor y pánico? Estas preguntas persiguen a los brasileños desde que las denuncias de que pacientes morían de asfixia en los hospitales de Manaos, capital del Estado de Amazonas, cubrieron de horror las pantallas.

Bolsonaro se ha convertido en el gobernante antivacunas más famoso del mundo...

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Cómo es posible morir sin aire en un hospital? ¿Cómo es posible que te informen de que a tu bebé prematuro lo “exportarán” a otro Estado en avión? ¿Cómo es posible que los familiares se turnen desesperados para bombear oxígeno manualmente y, aun así, vean que la vida de la persona querida termina con dolor y pánico? Estas preguntas persiguen a los brasileños desde que las denuncias de que pacientes morían de asfixia en los hospitales de Manaos, capital del Estado de Amazonas, cubrieron de horror las pantallas.

Bolsonaro se ha convertido en el gobernante antivacunas más famoso del mundo y, desde el comienzo de la pandemia, lleva a cabo una política de propagación del virus. Aun así, poco se ha hecho para detenerlo. Por eso es posible.

El Gobierno brasileño sabía que existía la “posibilidad inminente de colapso del sistema sanitario” en Manaos 10 días antes de las muertes por asfixia. Antes, en diciembre, había anulado la exención del arancel de importación de las bombonas de oxígeno y había eliminado el impuesto sobre las armas. Ante la crisis, el ministro de Sanidad, el general Eduardo Pazuello, dijo que no podía hacer nada. Pero que los médicos utilizaran cloroquina y otros medicamentos inútiles. Un carguero de la Fuerza Aérea Brasileña fue desviado de la emergencia sanitaria para llevar a militares a Estados Unidos para un entrenamiento. Otro avión, de una empresa privada, esperaba para ir a buscar vacunas a la India, pero la India dijo que no. Bolsonaro apeló entonces a la vacuna china Coronavac, producida por un centro de investigación de São Paulo por iniciativa del gobernador del Estado, un aliado que se transformó en enemigo. Bolsonaro había hecho varias bromas sobre la Coronavac.

Bolsonaro pierde popularidad y, por primera vez, la lucha para que se inicie un proceso de destitución tiene el apoyo de grupos de la derecha. Sin embargo, el Congreso y los hombres del “mercado” siguen sentados encima de más de 60 peticiones de impeachment. A pesar de las comunicaciones por crímenes de lesa humanidad, el Tribunal Penal Internacional es otro que se mueve tan lentamente que parece que está parado.

La escena de pacientes muriendo de asfixia en una capital amazónica conecta las dos principales acciones de Bolsonaro en el poder: la destrucción de la mayor selva tropical y la diseminación de la covid-19. Donald Trump termina hoy su temporada de terror. Pero si Brasil y el mundo no se lo impiden, su gemelo siamés Jair Bolsonaro tiene al menos dos años más para llevar la Amazonia al punto sin retorno y seguir usando el virus como una máquina de matar. Bolsonaro es un peligro para la salud, la del planeta y de la humanidad.

Traducción de Meritxell Almarza.

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