Columna

‘Sectaro-virus’

Nuestros servicios públicos están corroídos por el virus de la politización tanto por abajo como por arriba

Basura apilada al lado de la boca de metro de Urgel en Madrid el pasado lunes.Mariscal (EFE)

Si no quieres caldo, toma dos tazas. Nada más empezar el año de la vacuna, que venía a salvarnos de los desastres del anterior, se nos han venido encima nuevas catástrofes fatídicas, del autogolpe fallido de Trump (no hay mal que por bien no venga) a la tormenta perfecta Filomena (puntualmente anunciada por la Aemet) y el clamoroso fracaso de nuestras administraciones públicas para enfrentarse a ella con una mínima profesionalidad. ¿Qué está pasando?

Es fácil echar la culpa a los funcionarios, como el zar anticovid culpa a los ciudadanos de la tercera ola viral por sus excesos n...

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Si no quieres caldo, toma dos tazas. Nada más empezar el año de la vacuna, que venía a salvarnos de los desastres del anterior, se nos han venido encima nuevas catástrofes fatídicas, del autogolpe fallido de Trump (no hay mal que por bien no venga) a la tormenta perfecta Filomena (puntualmente anunciada por la Aemet) y el clamoroso fracaso de nuestras administraciones públicas para enfrentarse a ella con una mínima profesionalidad. ¿Qué está pasando?

Es fácil echar la culpa a los funcionarios, como el zar anticovid culpa a los ciudadanos de la tercera ola viral por sus excesos navideños. Pero si los técnicos estatales han fallado contra Filomena, igual que lo hacen en las vacunas y contra la covid, no es por mediocridad o incompetencia sino porque están bloqueados a causa de otra epidemia que nos afecta a todos, pero que ellos sufren con especial virulencia: una pandemia de sectaria politización que lo contamina todo y que va a más porque no tiene cura ni tampoco vacuna. Es el sectaro-virus afín al coronavirus que se ha hecho endémico entre nosotros.

En efecto, el fracaso de la gestión de Filomena se debe al mismo mal que explica el fracaso en la contención de la pandemia, pues no sólo el sistema sanitario sino todos los demás servicios públicos están afectados por el spoil system que captura y coloniza todos los cargos gestores de las administraciones públicas. A diferencia del resto de Europa, donde los niveles directivos de los organismos públicos están ocupados por técnicos imparciales, aquí están okupados por cargos de confianza sometidos a la disciplina de un partido: es decir, por comisarios políticos que no piensan en cómo servir con eficacia al interés público sino al interés sectario de su partido.

En consecuencia, nuestros servicios públicos están corroídos por el virus de la politización tanto por abajo como por arriba. Por abajo porque los recortes presupuestarios y las privatizaciones los han diezmado y externalizado, y ya no quedan barrenderos, basureros y jardineros como tampoco quedan celadores, enfermeros ni médicas de familia. Y por arriba porque los responsables de gestionarlos y liderarlos los utilizan no para los fines que les son propios, que es resolver problemas sociales, sino con un triple objetivo partidista: constituir una reserva de cargos a distribuir como recompensa entre sus redes clientelares, usarlos de escaparte propagandístico en el marketing electoral (del efecto Guggenheim al efecto Hospital Zendal) y esgrimirlos como armas y escudos en la lucha política por el poder.

A todo esto, el contagio del endémico sectaro-virus se multiplica en lugar de reducirse, al pasar del anterior bipartidismo al emergente multipartidismo, y del antiguo gobierno monocolor al nuevo gobierno de coalición bipartito. Y como no existe ninguna vacuna contra el sectarismo, habrá que esperar a que emerja espontáneamente la inmunidad de rebaño cuando todos estemos ya infectados.

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