Editorial

Más migrantes

Biden y López Obrador tienen que practicar otras políticas ante un problema que agrava la pandemia

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.Presidencia de México (EFE)

La relación entre México y Estados Unidos pasa por uno de los momentos más tensos que se recuerdan. Sin embargo, los primeros contactos entre el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, alumbran una nueva estrategia en migración que, de concretarse, traería consecuencias a priori positivas, no solo para ambos países, también para la región, y rebajaría la criminalización de l...

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La relación entre México y Estados Unidos pasa por uno de los momentos más tensos que se recuerdan. Sin embargo, los primeros contactos entre el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, alumbran una nueva estrategia en migración que, de concretarse, traería consecuencias a priori positivas, no solo para ambos países, también para la región, y rebajaría la criminalización de los migrantes, tónica habitual de la Administración de Trump.

Ni la equivocada decisión de López Obrador de no felicitar a Biden hasta que el Colegio Electoral reconociese su victoria ni tampoco el hecho de que el Gobierno de México haya puesto coto a la presencia de agentes extranjeros en su país, siendo los estadounidenses los más afectados, han impedido que la primera conversación entre ambos dirigentes haya transmitido un halo de esperanza. Ambos mandatarios recalcaron la necesidad de incentivar una nueva política migratoria que, en la práctica, supondría una ruptura con el discurso de mano dura con los migrantes promovido por Trump desde su llegada a la Casa Blanca en 2016, con la promesa de construir un muro en la frontera con México y los continuos ataques tanto a los migrantes mexicanos como a los centroamericanos.

El reto que ambos países tienen por delante es mayúsculo, no solo por los costes internos que supondrá revertir las políticas actuales; también porque se prevé un aumento de la migración desde países centroamericanos, cuyas condiciones económicas son aún peores después de la pandemia y de que sus habitantes se hayan visto golpeados severamente por dos huracanes que dejaron comunidades enteras bajo el agua y a miles de familias sin hogar.

Biden, como hizo López Obrador en su momento, llega al Gobierno con la promesa de mejorar el trato a los migrantes tras cuatro años de oprobio. El mandatario mexicano tuvo que dar marcha atrás a su intención de abrir la frontera sur y endureció sus políticas migratorias después de que Trump amenazara con imponer aranceles a los productos mexicanos si no lograba frenar el tránsito de migrantes. Entre medias, quedó a la deriva un ingente Plan Marshall que el Gobierno de México había diseñado para asimilar a los migrantes en su país y que Estados Unidos incentivara la inversión privada en el sur de México y aumentase las ayudas a Centroamérica. Ese plan requiere de la necesaria colaboración de los Gobiernos centroamericanos, muchos de ellos de dudosa credibilidad en cuanto al respeto a la legalidad y a los derechos humanos, pero ante todo, de una nueva estrategia entre los Gobiernos de México y Estados Unidos. López Obrador y Biden tienen que caminar en esa senda.

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