Editorial

La mordaza de Pekín

El régimen de Xi Jinping asesta golpes letales a los principios democráticos en Hong Kong

Los legisladores Wu Chi-wai, Andrew Wan y Lam Cheuk-ting saludan a los medios tras entregar sus cartas de renuncia.TYRONE SIU (Reuters)

Nada frena los propósitos de Pekín. La antigua colonia británica de Hong Kong se halla en una pendiente que la conduce a igualarse a toda velocidad con el conjunto de China en cuanto a democracia parlamentaria, división de poderes, pluralismo político y Estado de derecho. Es decir, nada. La fórmula imaginativa de los tiempos de Deng Xiaoping, que concebía un único país con dos sistemas, se ha convertido en una cáscara vacía, que saltó por los aires con la aprobación en verano de la ley de seguridad nacional por un organismo del régimen ajeno al sistema democrático hongkonés.

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Nada frena los propósitos de Pekín. La antigua colonia británica de Hong Kong se halla en una pendiente que la conduce a igualarse a toda velocidad con el conjunto de China en cuanto a democracia parlamentaria, división de poderes, pluralismo político y Estado de derecho. Es decir, nada. La fórmula imaginativa de los tiempos de Deng Xiaoping, que concebía un único país con dos sistemas, se ha convertido en una cáscara vacía, que saltó por los aires con la aprobación en verano de la ley de seguridad nacional por un organismo del régimen ajeno al sistema democrático hongkonés.

Con un adelanto de 27 años con respecto a la fecha acordada entre Londres y Pekín para la plena soberanía china sobre la antigua colonia, el régimen de Xi Jinping ha puesto en marcha un mecanismo que ha permitido instalar la policía del régimen en Hong Kong, crear un organismo de seguridad fuera del control parlamentario, detener e imputar a los disidentes, censurar medios de comunicación y, finalmente, destituir diputados. Aunque su objetivo declarado es combatir el secesionismo y la confabulación con potencias extranjeras, el espectro de conductas que contempla da carta blanca a la apisonadora comunista para liquidar el entero régimen de libertades del que todavía gozaban los hongkoneses.

El último episodio ha sido la destitución gubernativa de cuatro diputados del Parlamento local, en aplicación de esta ley de seguridad, a la que le ha seguido la dimisión de otros 15 parlamentarios en protesta por lo anterior. En la Asamblea legislativa de Hong Kong solo quedan diputados afines o sumisos al régimen. Pero la primera vulneración de la soberanía parlamentaria hongkonesa y del tratado internacional entre Londres y Pekín ya se produjo con la propia promulgación de la ley de seguridad, sin consulta ni participación de ningún organismo de la antigua colonia.

A pesar de la reciente interferencia de la policía y de la justicia del régimen, el Legislativo hongkonés era todavía una caja de resonancia para la oposición democrática. La destitución de los cuatro diputados es solo el prolegómeno del proceso electoral que se celebrará en 2021 —postergado un año con el argumento de la pandemia—, el primero sin garantías democráticas y con la oposición amordazada y perseguida. La historia se ha movido en dirección contraria al tratado entre Pekín y Londres, que preveía a largo plazo la elección del Parlamento e incluso del Gobierno por sufragio universal y disponía en el ínterin de la constitución de un Parlamento mixto, con una parte de la Cámara elegida directamente por los ciudadanos y otra de tipo corporativo, controlada por Pekín. Sin necesidad de tanques ni matanzas masivas como en Tiananmen en 1989, el régimen de Pekín ha asestado un golpe mortal a la democracia en Hong Kong.

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