Columna

La elección envenenada

¿A quién favorece la infección de Trump y como afectará a la recta final de la carrera presidencial?

El presidente de EE UU, Donald Trump, al llegar al hospital Walter Reed, el 2 de octubre después de dar positivo en coronavirus.BRENDAN SMIALOWSKI (AFP)

Por fin, Donald Trump dio positivo en algo, en la prueba del coronavirus, por cuya difusión en EE UU tanto ha hecho con su política negacionista y su mofa de la pandemia. La acumulación de negativos en su caótica presidencia pesa en exceso para hacerle temer por una derrota electoral ante Joe Biden el 3 de noviembre. Una pelea de dos hombres blancos entrados en edad. El presidente, 74 años, sobrepeso, alime...

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Por fin, Donald Trump dio positivo en algo, en la prueba del coronavirus, por cuya difusión en EE UU tanto ha hecho con su política negacionista y su mofa de la pandemia. La acumulación de negativos en su caótica presidencia pesa en exceso para hacerle temer por una derrota electoral ante Joe Biden el 3 de noviembre. Una pelea de dos hombres blancos entrados en edad. El presidente, 74 años, sobrepeso, alimentación basura e hipertensión, y el aspirante demócrata, 77 años, una historia médica con dos aneurismas cerebrales, en un momento histórico de acelerado cambio y enormes retos globales.

La campaña está envenenada por la covid que ha atrapado a Trump, infectada de caos por el presidente rompedor que actúa como una enorme bola de derrumbe de edificios. Contra las cuerdas, se ha convertido en el mayor peligro para la elección con su insólita declaración de que puede no aceptar el resultado. La muerte de la prestigiosa juez demócrata Ruth Bader Ginsburg le puede dar una ventaja de seis votos conservadores, frente a tres liberales, en el Tribunal Supremo, si finalmente este recibe la patata caliente de decidir una votación discutida. Trump se mueve bien en el barro, provoca fuertes reacciones positivas en sus bases e igual de negativas entre los demócratas, de las que se retroalimenta borrando el espacio central.

Así que esta era la sorpresa de octubre para dar la vuelta a la elección, donde los sondeos nacionales le dan a Biden una ventaja de entre siete y 10 puntos que se estrecha en los Estados bisagra. El “adormilado Joe”, según machaca el presidente, no está hoy más débil que Trump, ingresado en el hospital militar Walter Reed, sometido como un conejillo de indias a terapias experimentales. La covid se presenta, como escribía el poeta Gabriel Celaya, como un arma cargada de futuro.

¿A quién favorece la infección de Trump y como afectará a la recta final de la elección? Hay dudas sobre la celebración de los dos debates presidenciales que restan. Reina la confusión sobre el verdadero estado médico del presidente. Así de enrarecido está el ambiente en Washington. Al final, será la pandemia, ¡estúpido! el arma para producir el cambio. Biden no ilusiona al país, aparece como lo que es, un hombre cansado, sin brillo, honrado, un buen tipo; es el encargado de echar a Trump, que no es lo mismo que elegir convencidos a Biden, que superó en el primer debate las bajas expectativas que suscita.

Los demócratas plantean la elección como un referéndum sobre un presidente impopular. Puede ser suficiente para sacar a Trump de la Casa Blanca. Betsy Wallace, negra, demócrata, de un pueblo de Carolina del Norte, resumía certeramente a The Economist de qué va la elección: “Puedes poner a un tiesto contra Trump, que votaríamos por el tiesto”. El presidente aun no se ha rendido, está herido pero no muerto, políticamente. “En EE UU se dispara el peligro”, advertía ayer el novelista Richard Ford en El País Semanal. ¿Quién dispara?

fgbasterra@gmail.com


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