Columna

Caer de pie

Para el político cínico contemporáneo, lo principal no es frenar la pandemia, es salir vivo políticamente de ella

Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso se despiden tras ofrecer una rueda de prensa en Madrid la pasada semana.EUROPA PRESS/J. Hellín. POOL (Europa Press)

En esta crisis, los líderes políticos usan la maquinaria institucional y mediática para un solo objetivo: escurrir el bulto. Antes se dedicaban a vender su marca personal; un político es en esencia un influencer con dinero público. Hoy usan el dinero público para evadir responsabilidades.

Vamos hacia un mundo sin rendición de cuentas. No existen las responsabilidades políticas, solo penales. Por eso la oposición amenaza tanto pidiendo dimisiones como anunciando querellas. El líder político puede perder su reputación, pero raramente su cargo. La reputación perdida puede recuperars...

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En esta crisis, los líderes políticos usan la maquinaria institucional y mediática para un solo objetivo: escurrir el bulto. Antes se dedicaban a vender su marca personal; un político es en esencia un influencer con dinero público. Hoy usan el dinero público para evadir responsabilidades.

Vamos hacia un mundo sin rendición de cuentas. No existen las responsabilidades políticas, solo penales. Por eso la oposición amenaza tanto pidiendo dimisiones como anunciando querellas. El líder político puede perder su reputación, pero raramente su cargo. La reputación perdida puede recuperarse al día siguiente. También se puede gobernar con la reputación por los suelos. Uno aguanta hasta que lo echen.

Los errores y mentiras se olvidan, quedan sepultados por otros temas. En la serie Veep, el jefe de comunicación de la vicepresidenta desea que ocurra alguna tragedia para que pase desapercibida una polémica que le afecta: “Quizá nadie se entere. ¿Y si muere Tom Hanks?” Es la política del spin, del control de daños permanente. Donald Trump ganó en 2016 negando haber dicho cosas que quedaron registradas, y sobre las que no cabía ninguna duda. Le favorecía mucho más negar sin complejos lo evidente que dar explicaciones. Hoy resultan risibles las dimisiones de Maxim Huerta y Carmen Montón en 2018, por errores infinitamente mucho más leves que los que se han cometido en la gestión de la pandemia.

En esta crisis, solo dimiten los cargos no políticos. El portavoz del Grupo Covid-19 del Gobierno y la Comunidad de Madrid lo hizo a las 48 horas de ser nombrado. La directora de Salud Pública de la Comunidad de Madrid dimitió en mayo porque no estaba de acuerdo con que Madrid pasara a fase 1. Ambos se negaron a formar parte de un juego infantil y cínico de reproches.

Los políticos evaden su responsabilidad y, a la vez, exigen responsabilidad individual. “Podéis elegir entre ser virus o vacuna”, dijo el vicepresidente madrileño, Ignacio Aguado, cuyo gran mérito en la gestión de la pandemia ha sido simplemente poner cara de preocupación. Ha sido el mantra del Gobierno central, que tras el estado de alarma simplemente desapareció: ahora os toca a vosotros, dijo a las comunidades y a los ciudadanos tras abandonar el mando único.

Los ciudadanos en España no han sido más irresponsables que los líderes políticos. Han acatado normas arbitrarias y poco claras. Sin embargo, los políticos culpan de la segunda ola a la irresponsabilidad ciudadana o a la relajación. Es fácil y no tiene coste. Y los propios ciudadanos les ayudamos en esa estrategia de culpabilización: todos conocemos casos de incumplimiento de las normas, y convertimos esas evidencias anecdóticas en actitudes generales.

Para el político cínico contemporáneo, sea Ayuso o Sánchez, no hay nada más importante que caer de pie. Lo principal no es frenar la pandemia, es salir vivo políticamente de ella. Surgir de entre las ruinas y no tener que dar explicaciones será considerado un éxito.

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