Columna

La venganza de Raphael de la Ghetto

El fallo del Espasa de poesía ha sido tan rocambolesco que, a cambio del premio, la editorial ha pedido a Cabaliere una prueba de vida

En un episodio de El Príncipe de Bel-Air, Will Smith aparece en un club de poesía para ligarse a una chica y, por sorpresa, lo invitan a recitar. Will supera el aturdimiento echando mano de Raphael de la Ghetto, un nombre improvisado sobre la marcha: no existe ningún poeta llamado así, aunque el relamido profesor del club de poesía diga “oh, sí, me suena, es un poeta de la escena urbana”. Apremiado para que recite un poema de De la Ghetto, Will mira el reloj y empieza: “Tick, tack, clock / el reloj ticktea por ti. / Porque el amor que dices dar / trae muchas horas de retraso”. Luego, cu...

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En un episodio de El Príncipe de Bel-Air, Will Smith aparece en un club de poesía para ligarse a una chica y, por sorpresa, lo invitan a recitar. Will supera el aturdimiento echando mano de Raphael de la Ghetto, un nombre improvisado sobre la marcha: no existe ningún poeta llamado así, aunque el relamido profesor del club de poesía diga “oh, sí, me suena, es un poeta de la escena urbana”. Apremiado para que recite un poema de De la Ghetto, Will mira el reloj y empieza: “Tick, tack, clock / el reloj ticktea por ti. / Porque el amor que dices dar / trae muchas horas de retraso”. Luego, cuando le piden conocer a De la Ghetto, fingirá serlo primero su mayordomo, Geoffrey, y después su amigo Jazz, que conquista a la chica con estos versos imperecederos: “Carambola a la derecha, / carambola a la izquierda, / carambola al frente, / lucha con la tormenta. / Mi amor por ti es como un río, / como una brisa veraniega que me da escalofríos. / Una mirada tuya es más valiosa que el oro, / préstame tres pavos para chile con carne”.

De la Ghetto ha vuelto a la actualidad en una versión sin humor, sólo trascendencia, de la mano de un premio de poesía, el Espasa, entregado a otro Rafael, éste Cabaliere. Ha sido un fallo tan rocambolesco que, a cambio del premio, Espasa ha pedido a Cabaliere una prueba de vida. “Hemos leído sus poemas y le hemos dado el premio, pero, díganos: ¿usted existe?” es una frase que, convenientemente dividida con enters, aspira no sólo a ganar el Espasa 2021 sino a resumir un tiempo y un lugar en el que los esfuerzos empiezan a dedicarse, sin fingimientos, al rescate por la vía rápida de los lectores, sean quienes sean los lectores, incluso si se da la circunstancia de que no lo sean. Los versos de Cabaliere, para entendernos, son whatsapps, en algunos casos estados de WhatsApp. Todo el mundo lee whatsapps. Y todo el mundo lee, para no sentirse mal del todo, las frases que los tíos buenos y las tías buenas de Instagram, en bañador, ponen en sus fotos: “A quien quiera irse, no le detengas”. Los versos de Cabaliere son pies de foto de gente muy guapa; como la gente es muy guapa, y la mirada va de arriba abajo, al final te encuentras con la frase.

Fue en diciembre de 2005, en el diario La Nación de Argentina, cuando Philip Roth diagnosticó el problema: “[En Estados Unidos] calculemos que cada año se mueren unos 72 buenos lectores y son reemplazados por dos, y no había más de 25 mil buenos lectores en total para empezar. Esto no es un chiste. Gente joven que lea seriamente ficción, y que luego piense, casi no existe. A muchos les encantaría, lo sé, pero no tienen tiempo (…) En unos años, los buenos lectores van a ser tan pocos que van a ser como un culto, las 150 personas en los Estados Unidos que leen Anna Karenina, por ejemplo".

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¿Y por qué el fenómeno Cabaliere, nuestro Salinger al revés? Roth se adelantó a los acontecimientos: “La capacidad de concentración de la gente se destruyó. Pero, bueno, ¿y qué? Durante el Renacimiento se escribía poesía en latín y ya no más; en la Antigua Grecia se escribía un tipo de tragedias que ya no existe. ¿Y? Los géneros literarios llegan, florecen y mueren, si bien debo aclarar que en este caso no es la novela la que está muriendo. Hablar de la muerte de la novela es un lugar común de cuarta y, además, es mentira. Los que están muriendo en Estados Unidos son los lectores”.

Sustituir a los lectores por followers hace mucho más daño a la poesía que sustituir a un poeta por un robot, que fue lo que hubo que desmentir corriendo: “No es un bot”, como si fuese más grave premiar a un bot que premiar a un autor por tener la destructora habilidad de fabricarlos o, peor, convertirlos.

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