Columna

Aristófanes y nosotros

Estoy pensando en una revuelta desde abajo consistente en imaginar nuevas formas de autoorganización de la sociedad civil para acabar supliendo a nuestros representantes formales

Pedro Sánchez en el Congreso de los diputados.Pool Efe (GTRES)

En una Atenas devastada por la guerra del Peloponeso, ante la incapacidad de sus dirigentes para sacar a la polis de su atolladero, a Aristófanes se le ocurrió algo hasta entonces inimaginable, una conspiración de las mujeres para hacerse con el poder. El título de la hilarante comedia es La asamblea de las mujeres, donde se presenta cómo estas acaban dando un sutil golpe de Estado e imponen una especie de sistema comunista. Ya antes, en Lisístrata, el mismo autor recurre a una artimaña similar: huelga sexual de las mujeres hasta que se consiga la paz. Y, obviamente, se consiguió...

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En una Atenas devastada por la guerra del Peloponeso, ante la incapacidad de sus dirigentes para sacar a la polis de su atolladero, a Aristófanes se le ocurrió algo hasta entonces inimaginable, una conspiración de las mujeres para hacerse con el poder. El título de la hilarante comedia es La asamblea de las mujeres, donde se presenta cómo estas acaban dando un sutil golpe de Estado e imponen una especie de sistema comunista. Ya antes, en Lisístrata, el mismo autor recurre a una artimaña similar: huelga sexual de las mujeres hasta que se consiga la paz. Y, obviamente, se consiguió enseguida (en la ficción, claro). La idea es interesante: si vosotros, los dirigentes, sois incapaces de cumplir con vuestras obligaciones lo menos que podemos hacer es quitaros de en medio y ponernos nosotras.

En algo así deberíamos pensar los pobres ciudadanos españoles, que tenemos que afrontar una espeluznante crisis mientras la clase política sigue en su burbuja: vetos cruzados, divisiones internas, antagonismos enfermizos. Y ese incesante narcisismo que consiste en atribuirse cada cual la única e irrenunciable solución para cada uno de los problemas. Todos, claro está, cargados de supuestas “razones”, aunque estas solo sirvan para convencer a los ya previamente convencidos. No sigo porque el tema aburre. Aunque sería injusto no recordar aquí a quienes lo están dando todo desde los cargos que ocupan. Bien sabemos que no es a ellos a quienes aquí me refiero.

Pero volvamos a Aristófanes. Algún escritor con talento y olfato politológico debería atreverse a ensayar algo parecido ―los científicos sociales carecemos de inventiva―. Estoy pensando en una revuelta desde abajo consistente en imaginar nuevas formas de autoorganización de la sociedad civil para acabar supliendo a nuestros representantes formales. Empresarios y sindicatos que llegan a acuerdos sin mediación gubernamental; ayuntamientos que, aparcando lealtades partidistas, consensúan una fórmula para distribuirse los tan disputados remanentes; profesionales de la educación o de la sanidad que consiguen dar con una alternativa propia para restañar sus muchas deficiencias; organizaciones y ciudadanos comprometidos con el cambio climático que, ayudados de expertos, proponen una nueva política verde. Qué sé yo, las posibilidades son casi infinitas. Al final se podrían elevar todas estas propuestas a las autoridades formales para que las ejecutaran, ya que solamente ellos tienen la capacidad para adoptar decisiones vinculantes para todos.

La pena es que esto, hoy por hoy, solo puede hacerse en la ficción. Pero su mensaje sería similar al que Aristófanes quiso transmitir a los gobernantes atenienses (todos varones): si no cumples, quítate tú que me pongo yo. Y el recado tiene también una apelación al común de los ciudadanos: ¿qué estás haciendo tú para que las cosas funcionen como deben? Si no recibes respuestas desde arriba, actúa, comprométete. Todo menos seguir riéndoles las gracias a quienes hace tiempo ya que la perdieron. Los problemas son demasiado graves para seguir soportando los vicios de nuestra otrora política normal, ese patológico antagonismo metodológico.

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