Más que un incendio
El siniestro del campo de Moria muestra las carencias de la política de refugiados de la UE
El incendio que ha devastado el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, ha generado una catastrófica situación que debe ser paliada cuanto antes para evitar una nueva tragedia a miles de personas que buscaron amparo en la Unión Europea escapando de la guerra.
Miles de personas están durmiendo al raso mientras las organizaciones humanitarias denuncian que no pueden acceder a la zona con ayuda porque algunos vecinos de la isla, apoyados por elementos de la extrema derecha, impiden la entrega del mínimo material indispensable. Esto está sucediendo en una democracia de la...
El incendio que ha devastado el campo de refugiados de Moria, en la isla griega de Lesbos, ha generado una catastrófica situación que debe ser paliada cuanto antes para evitar una nueva tragedia a miles de personas que buscaron amparo en la Unión Europea escapando de la guerra.
Miles de personas están durmiendo al raso mientras las organizaciones humanitarias denuncian que no pueden acceder a la zona con ayuda porque algunos vecinos de la isla, apoyados por elementos de la extrema derecha, impiden la entrega del mínimo material indispensable. Esto está sucediendo en una democracia de la Unión Europea en lo que constituye no ya una crisis de tintes ideológicos o políticos, sino una flagrante denegación de auxilio.
El incendio no ha sido sino el último capítulo de la pésima situación del mayor campo de refugiados de la UE, abierto en 2013 y con capacidad para 2.800 personas pero que alberga a 13.000. Sus residentes viven en condiciones extremas de hacinamiento, durmiendo durante años en tiendas de campaña y soportando interminables colas para poder comer, ir al baño u obtener atención médica o de carácter burocrático. Las autoridades locales de la isla vienen pidiendo una solución a la sobreocupación del campo, opinión compartida por las organizaciones de derechos humanos que reclaman la evacuación de los refugiados ante la magnitud del incendio, pero el Gobierno griego proyecta la reconstrucción de Moria no como un campamento de refugiados, sino como un centro de detención totalmente cerrado.
Especialmente preocupante es la situación de 4.000 niños, muchos de los cuales están desamparados. La decisión de Atenas de trasladar al continente a 400 de ellos supone una pequeña medida paliativa, pero, por simple aritmética, insuficiente. Atenas también ha señalado que enviará inmediatamente tiendas de campaña. Una decisión lógica ante la emergencia, pero que si no va acompañada de otras medidas eficaces y a corto plazo de alojamiento no evitará que Moria vuelva a las lamentables condiciones anteriores al siniestro.
El incendio ha venido a traer a primer plano un grave problema humano y de seguridad que la Unión Europea no ha podido ni sabido resolver hasta el momento y que además ha quedado oculto en los últimos meses por el coronavirus. Las personas que buscan refugio en Europa no pueden ser rebajadas a la condición de meros factores en negociaciones geoestratégicas o de política local, mientras una desgracia tras otra se abate sobre ellas. El que la solución sea compleja —porque el problema lo es— no es excusa. Es preciso adoptar medidas a corto y largo plazo. Y el incendio de Moria muestra que no se han adoptado ninguna de las dos.