Columna

Dos presidentes a cambio de un solo voto

Ser vicepresidente de EE UU no es tan aburrido como parece

El 'ticket' demócrata para la presidencia de los Estados Unidos, Joe Biden y Kamala Harris.Reuters

Se suele decir en Estados Unidos que la gente no elige a un vicepresidente, sino a un presidente. Una frase que sirve tanto para ser empleada contra un buen candidato a vicepresidente del rival, como para expresar modestia (habitualmente falsa, hay que decirlo) ante la nominación para un cargo que es una verdadera lotería. Puede terminar siendo completamente irrelevante o muy influyente. Puede servir de perfecto trampolín electoral para la presidencia, pero también llevar a su titular directamente al Despacho Oval sin ser elegido para el puesto. Esto último es posible que acontezca casi en un ...

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Se suele decir en Estados Unidos que la gente no elige a un vicepresidente, sino a un presidente. Una frase que sirve tanto para ser empleada contra un buen candidato a vicepresidente del rival, como para expresar modestia (habitualmente falsa, hay que decirlo) ante la nominación para un cargo que es una verdadera lotería. Puede terminar siendo completamente irrelevante o muy influyente. Puede servir de perfecto trampolín electoral para la presidencia, pero también llevar a su titular directamente al Despacho Oval sin ser elegido para el puesto. Esto último es posible que acontezca casi en un suspiro, como le sucedido a Lyndon B. Johnson horas después del asesinato de Kennedy en 1963 o con un poco más de tiempo como vivió Gerald Ford tras la dimisión de Nixon en 1974. Se supone que Ricardito el tramposo —sobrenombre más que justificado por el que era conocido Nixon— le había puesto sobre aviso. En realidad, lo de Ford tiene mérito porque no solo no fue elegido presidente, sino que jamás fue votado para vicepresidente. Accedió al cargo tras la dimisión del vicepresidente Spiro Agnew por unas trampas con Hacienda. De todo lo anterior se pueden extraer dos conclusiones: la vicepresidencia de EE UU no es tan aburrida como parece y ojo siempre a los que están en tercera fila.

La elección de la persona que va a acompañar al candidato a presidente, y que con él forma el llamado ticket, es tan variada y por tantas razones como elecciones y candidatos ha habido en la democracia más poderosa del planeta. Primero hay que ganar las elecciones, por lo cual tiene que ser buena, carismática, atrayente… pero no demasiado, no vaya a ser que eclipse al presidenciable. Y de ahí hacia abajo cabe todo. Ha habido candidatos con problemas para deletrear la palabra “patata” durante la visita a un colegio, como Dan Quayle, vicepresidente con George Bush padre, y otros absolutamente fuera de control y pasados de rosca que hacían las delicias del contrario y hundían en la desesperación al equipo propio, como Sarah Palin, compañera de ticket de John McCain que perdió en 2008 frente a un joven senador llamado Barack Obama a quien acompañaba un ya entonces veterano político llamado Joe Biden.

Sin embargo, la elección de compañera de ticket de Biden es muy especial porque el que fue vicepresidente de Obama está a punto de cumplir 78 años y no parece probable que en caso de victoria acuda a una reelección con 82. Si gana en noviembre, su vicepresidenta será una mujer negra y joven y estará con una mano en el pomo de la puerta del Despacho Oval. Parece que esta vez, en la candidatura demócrata, los votantes eligen un presidente… y una presidenta. Son unas presidenciales con tres candidatos.

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