Columna

Cuando tu éxito depende del de tu contrario

Hay una preciosa oportunidad para la cooperación y el aprendizaje entre Administraciones que se está desaprovechando

Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado, en una imagen de archivo.Jesús Hellín (Europa Press)

Dice la politóloga Rachel Kleinfeld que el éxito en la gestión de la pandemia depende básicamente de tres elementos: La experiencia previa del Gobierno para gestionar crisis similares, el nivel de confianza social en las instituciones y la capacidad de gestión del Estado. Si así fuera, la situación que se está viviendo en España sería, si cabe, todavía más suicida de lo que aparenta. Todas y cada una de las Administraciones sufren un claro déficit en los tres elementos. No sólo eso: De la gestión que haga cada una de ellas depende el éxito o fracaso de las demás.

Ni ayuntamientos, ni c...

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Dice la politóloga Rachel Kleinfeld que el éxito en la gestión de la pandemia depende básicamente de tres elementos: La experiencia previa del Gobierno para gestionar crisis similares, el nivel de confianza social en las instituciones y la capacidad de gestión del Estado. Si así fuera, la situación que se está viviendo en España sería, si cabe, todavía más suicida de lo que aparenta. Todas y cada una de las Administraciones sufren un claro déficit en los tres elementos. No sólo eso: De la gestión que haga cada una de ellas depende el éxito o fracaso de las demás.

Ni ayuntamientos, ni comunidades autónomas ni el Gobierno de España tenían experiencia alguna en una crisis como esta, pero las curvas de contagios no funcionan al unísono. Unas comunidades las han visto crecer antes, otras se han sumado después, y algunas han conseguido aguantar más tiempo sin que el número de casos se disparase. La realidad de cada territorio es distinta y de ahí que no sea posible ni conveniente armonizar las medidas. Sin embargo, hay una preciosa oportunidad para la cooperación y el aprendizaje mutuo que se está desaprovechando. Una ocasión de oro para demostrar que las organizaciones son capaces de aprender.

Respecto a la segunda cuestión que apunta Kleinfeld, y aunque en grado ligeramente distinto, todas las instituciones adolecen de la famosa desafección. La confianza ciudadana, aunque ha recuperado puntos, no llega ni de lejos a los niveles previos a la Gran Recesión. En una situación tan grave como la actual es realmente complicado que la sociedad discierna entre la rendición de cuentas de unos y otros. Eso, junto con la consabida polarización que nos acompaña hace años, explica algo que las encuestas reflejan, y es que cada cual valora la labor de gobierno en función de sus preferencias ideológicas. Nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, se olvida algo esencial, y es que más que buscar a alguien que manifieste su frustración, como señalan múltiples analistas, la gente valora hoy a quienes sepan protegerla. La pandemia ha cambiado la actitud de la sociedad hacia el conocimiento experto y ha puesto de manifiesto las ventajas de tener un Gobierno competente.

Finalmente, la gestión burocrática de cada administración —tercer elemento mencionado por Kleinfeld— incide directamente en las otras, como corresponde a un Estado compuesto y complejo. Si hay problemas en un ministerio, repercuten en las comunidades autónomas y los municipios; y viceversa. Las administraciones no sólo comparten hándicaps, sino que dependen directamente unas de otras.

Siendo tan estrechamente interdependientes, cuesta entender esta carrera por eludir responsabilidades o por subrayar lo que el otro hace mal, algo especialmente notorio en el caso del Partido Popular. El éxito de su gestión, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid, depende, y mucho, del éxito del gobierno que preside Sánchez, al igual que ocurre en sentido contrario. Sería deseable que lo entendieran antes de que cueste más vidas.

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