Análisis

Una ocasión para Europa

La UE puede crear un escenario geopolítico propio, en el que la colaboración con Rusia sea garantía de la democratización de Bielorrusia y de Ucrania y de la apertura y reforma del régimen ruso

Protestas este lunes a las puertas de la sede de la televisión pública en Minsk.TATYANA ZENKOVICH (EFE)

La explosión de la sociedad civil bielorrusa abre por primera vez en años una posibilidad de mejorar las relaciones entre Rusia y la Unión Europea. El problema bielorruso no se va a solucionar por sí solo: ni la fuerza de las sanciones por parte de Bruselas, ni la presión de Moscú para controlar el país van a surtir efecto. La dictadura de Minsk es un sistema obsoleto, que carece de futuro, en continuo deterioro.

Hay por tanto una posibilidad de que la Unión Europea entre en diálogo con la Federación Rusa sobre Minsk e impulse una solución conjunta que pase por una salida pactada de Al...

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La explosión de la sociedad civil bielorrusa abre por primera vez en años una posibilidad de mejorar las relaciones entre Rusia y la Unión Europea. El problema bielorruso no se va a solucionar por sí solo: ni la fuerza de las sanciones por parte de Bruselas, ni la presión de Moscú para controlar el país van a surtir efecto. La dictadura de Minsk es un sistema obsoleto, que carece de futuro, en continuo deterioro.

Hay por tanto una posibilidad de que la Unión Europea entre en diálogo con la Federación Rusa sobre Minsk e impulse una solución conjunta que pase por una salida pactada de Alexandr Lukashenko y nuevas elecciones sobre la base del respeto a la soberanía bielorrusa y de la estabilidad del país.

Una solución de este tipo podría servir de banco de pruebas para desencallar otras situaciones en el área, incluyendo la de la propia Federación Rusa. Una acción conjunta entre Rusia y la Unión Europea en este caso evitaría los errores que siguieron a la revolución del Euromaidán en Ucrania y condujeron a la intervención rusa y la guerra civil ucrania. En aquella ocasión, la bisoñez geopolítica de los negociadores europeos se sumó a una desafortunada intervención estadounidense para impedir cualquier posibilidad de un entendimiento ruso-europeo. Esto destruyó las posibilidades emancipadoras abiertas por la revuelta ucrania, enajenó a Rusia del debate con Ucrania así como desbarató todo diseño posible de un espacio europeo compartido para Ucrania, pero también, a la larga, para Rusia.

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No basta con tener siempre presentes los perjuicios de la propaganda rusa y de los servicios secretos rusos (que existen, pero no son omnipotentes). Europa debe ofrecer a la Federación Rusa una opción real, un escenario de cambio a través de una colaboración que, lejos de ser ingenua, permita alcanzar una estabilidad y una apertura democrática a la zona, compatible con el mantenimiento de sus señas de identidad.

Rusia está en un punto crucial de su historia y se verá obligada a cambiar en un plazo más breve del que muchos piensan. Europa debe preparar el tiempo después de la presidencia de Vladímir Putin, cuando una generación rusa que todavía recuerda el miedo nuclear dé paso a otra más joven, acostumbrada a un sistema de Relaciones Internacionales regido por el populismo y la competencia brutal.

Europa puede crear un escenario geopolítico propio, en el que la colaboración con Rusia sea garantía tanto de la democratización de Bielorrusia y de Ucrania, como de la apertura y reforma del régimen ruso. Una acción coordinada y conjunta de la Unión Europea con la Federación Rusa sobre el caso bielorruso es una ocasión que no se debe dejar pasar. Y hay que hacerlo deprisa, porque en Minsk ya ha empezado a morir la gente.

José María Faraldo es historiador.

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