Columna

Terremotos mediorientales

El acuerdo entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos significa un cambio de paradigma estratégico en la región

Donald Trump en el anuncio del acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos.Doug Mills / Pool via CNP / Spla (GTRES)

El acuerdo “histórico” entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que salva momentáneamente a Cisjordania de la anexión israelí, significa un cambio de paradigma estratégico en la región. El antagonismo israelí-árabe se mantiene congelado desde hace años y el conflicto israelí-palestino ha sido apartado de la agenda internacional desde la primavera árabe. Por otra parte, nunca, desde su creación, Israel se había encontrado en una situación de potencia regional tan favorable. De ahí el proyecto de Netanyahu de volver a la expansión colonial y anexionarse Cisjordania.

El ant...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El acuerdo “histórico” entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que salva momentáneamente a Cisjordania de la anexión israelí, significa un cambio de paradigma estratégico en la región. El antagonismo israelí-árabe se mantiene congelado desde hace años y el conflicto israelí-palestino ha sido apartado de la agenda internacional desde la primavera árabe. Por otra parte, nunca, desde su creación, Israel se había encontrado en una situación de potencia regional tan favorable. De ahí el proyecto de Netanyahu de volver a la expansión colonial y anexionarse Cisjordania.

El antiguo paradigma sobre las relaciones con Israel, propuesto en 2000 por el rey Abdalá de Arabia Saudí, aliado de EE UU, pedía como condición sine qua non de paz el reconocimiento de un Estado palestino al lado del hebreo, con Jerusalén como capital de los dos. Reposaba sobre una alianza de todos los países árabes en un contexto donde Irán no se había convertido aún en un peligro para las monarquías del golfo Pérsico. Israel era el adversario principal. El punto de vista de Arabia Saudí cambió radicalmente en los últimos tiempos, con la llegada al poder de Mohamed Bin Salmán, que desató la guerra en Yemen y fracasó frente a los aliados yemeníes de Irán. De acuerdo con la Administración de Trump, Arabia Saudí considera ahora a Irán el nuevo enemigo, lo que desemboca en un eje entre Washington, Tel Aviv, Riad y Emiratos frente a Irán y, posiblemente, Turquía. Es también probable que la normalización de las relaciones entre Emiratos e Israel abra la puerta a acuerdos oficiales futuros entre Arabia Saudí y el Estado hebreo, dado que sus servicios de inteligencia colaboran desde hace años.

Un nuevo mapa geopolítico medio-oriental se está diseñando, suerte de arco antiraní compuesto por un eje americano-árabe-israelí que incluye a Egipto y Jordania y excluye a los palestinos. Es el sueño de Israel y la cara real, aunque disimulada, del plan de paz propuesto en 2019 por Jared Kushner, asesor-yerno de Donald Trump, muy vinculado a los círculos financieros de las monarquías árabes. La alianza Emiratos-Israel es un paso de gigante en esta reorientación estratégica. Donald Trump ha presentado oficialmente este acuerdo como si fuera el suyo para sacar beneficios máximos antes de la elección de noviembre próximo.

En cuanto a las potencias occidentales, entenderán el acontecimiento como paso importante hacia la paz en Oriente Próximo, y no resultaría extraño que algunos aprovechasen para abandonar la reivindicación palestina de dos Estados. Pero… ¡cuidado con olvidar que estos cálculos reposan sobre un volcán en erupción! Hay que mantenerse atento a la reacción iraní, a la resiliencia palestina y, más que todo, a los pueblos de la región, que desde la primavera árabe han entrado en rebeldías amargas y a menudo violentas contra los poderes vigentes. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿la explosión de Beirut es un mero accidente o el primer movimiento sísmico que anuncia terremotos regionales?

Sobre la firma

Archivado En